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¿Sabes por qué puedes sonreír?


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Por Paula Ladero, estudiante de 2º Medicina en la Universidad de Oviedo y socia de la AEAC.

Probablemente hayas oído hablar alguna vez de la propiocepción. Aunque se venda como el aspecto de moda para los gurús del deporte es, en realidad, el mecanismo que subyace a la precisión del movimiento voluntario. El tono muscular está controlado por los husos neuromusculares, que sensan la distensión muscular, y los órganos tendinosos de Golgi, que hacen lo mismo con la contracción. Así, la más mínima variación en la posición de cada parte del cuerpo es detectada y enviada al sistema nervioso central, el cual procede entonces a enviar una respuesta a través de una vía motora.

No obstante, algo de lo que puede que no hayas oído hablar es que esta propiocepción aparece también en los músculos faciales, pues dichos músculos, aunque pequeños, albergan muchos más husos neuromusculares que, por ejemplo, el cuádriceps. A mayor finura del movimiento, más receptores por cm2. De esta manera, el músculo orbicular de los labios, un músculo anular en torno a la apertura de la cavidad bucal, tiene miles de husos neuromusculares, los cuales permiten una regulación mucho más específica.

Estos receptores del sistema propioceptivo, también conocidos como propioceptores, son los responsables de la expresividad de la raza humana, característica crucial de la comunicación no verbal, pues tinta de emotividad nuestras palabras y permite, incluso, la transmisión de emociones y sentimientos de forma universal sin la necesidad de recurrir al lenguaje.

El estudio de la expresión facial se remonta a épocas muy tempranas y ha sido realizado con aplicaciones muy diversas. Desde las elaboradas máscaras del teatro romano, hasta “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales” (1872) donde el gran Darwin fundamenta la Teoría de la Evolución tomando asiento en la psicología, la expresión humana es un elemento de importante peso en nuestra sociedad y, por tanto, merecedora de ser sujeto de investigación.

Abordando el campo de la Medicina, las operaciones de cirugía maxilofacial deberían apostar por, además de perseguir un buen resultado a nivel estético, trabajar por mantener toda esta red de conexiones nerviosas que nos permite sonreír, torcer el gesto o giñar un ojo.

El gran problema de este asunto es que la propiocepción de la cara no sigue la misma distribución que en el resto del cuerpo. ¿Por qué es así? Los músculos faciales tienen su origen en los arcos branquiales o faríngeos del embrión, cuya estructura es similar a la de embriones de muchas otras especies superiores. Por tanto, difieren ligeramente de otras fibras musculares corporales. De este modo, donde esperamos que las fibras propioceptoras se originen y viajen junto a las fibras motoras… ¡En la cara no ocurre así!

Los núcleos de dichas neuronas se han encontrado en un núcleo del nervio trigémino (V par craneal), el principal responsable de la inervación sensitiva de la cara. Pero, si acompañan en su trayecto a las fibras sensitivas, habrían de dirigirse a la piel, y no a los músculos. Numerosos estudios (Cobo et al, 2017; Diamond et al, 2011) han demostrado la existencia de comunicaciones entre los nervios del trigémino y los nervios del facial (VII par craneal), la principal fuente de inervación motora, gracias a las cuales las fibras propioceptoras dan alcance a los husos neuromusculares. La gran variabilidad de todas estas conexiones dificulta gravemente el éxito en la conservación de la expresividad facial tras la cirugía, y por eso creo que es verdaderamente importante que la investigación en este campo sea continuada.

Si te ha interesado el tema y quieres ver mi charla ¨Sonríe, es un selfie”, ganadora del concurso de Flash Talks en categoría junior en el IIIEQS en Barcelona, puedes hacerlo accediendo aquí, a partir del minuto 7:40.

Referencias

Diamond, Mark & T Wartmann, Christopher & Tubbs, R. Shane & Shoja, Mohammadali & Cohen-Gadol, Aaron & Loukas, Marios. (2011). Peripheral Facial Nerve Communications and Their Clinical Implications. Clinical anatomy (New York, N.Y.). 24. 10-8. 10.1002/ca.21072.

Cobo, J.L. & Solé-Magdalena, A & Menéndez, I & de Vicente, J.C. & Vega, José. (2017). Connections between the facial and trigeminal nerves: Anatomical basis for facial muscle proprioception. JPRAS Open. 12. 10.1016/j.jpra.2017.01.005.


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