EL CAMBIO CLIMÁTICO ANTE EL FUTURO DEL PLANETA: CULTURA CIENTÍFICA, ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Con motivo de la cumbre sobre el clima COP25 que se está celebrando estos días en Madrid reproducimos este artículo escrito por Emilio Muñoz, Socio promotor de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) y presidente de su Consejo Consultivo, para la Fundación Sistema. Aunque se publicó hace unos meses está de plena vigencia y actualidad. En este artículo aborda y reflexiona sobre cuestiones sociales y políticas alrededor del cambio climático desde la perspectiva de la ciencia y su método para acreditar conocimientos.

El cambio climático ante el futuro del planeta: cultura científica, ética de la responsabilidad y participación ciudadana

Por Emilio Muñoz, 6 de Marzo de 2019

Estimo que es un momento oportuno para presentar algunas reflexiones sobre el gran reto global al que se enfrenta nuestro planeta: el cambio climático. En esta sociedad dominada por la preeminencia de la imagen y el fenómeno viral que mueven las redes sociales hay que preconizar pensar sobre el problema y sus consecuencias, no por inciertas, menos trascendentales. No hago más que seguir la llamada de Federico Mayor, presidente de la AEAC [1].

Como suele ser habitual en quien esto escribe, persigo abordar las cuestiones sociales y políticas candentes desde la perspectiva de la ciencia y su método para acreditar conocimientos. La ciencia del clima no es sencilla: no puede realizar experimentos para testar hipótesis, predomina la observación sobre la experimentación, descansa en datos y medidas estadísticas y tiene un profundo carácter interdisciplinar e incluso transdisciplinar. Para su comprensión y la subsiguiente acción hay que contar con las contribuciones de la física, la química, la geología, la biología de organismos y sistemas, las ciencias de la tierra, del espacio y del mar, la epidemiología y la salud pública con el complemento indispensable de las ciencias humanas y sociales: sociología, ciencia política, economía, antropología y filosofía.

Dentro del hábitat de las dimensiones y dinámicas científicas del tema pululan una serie de problemas y quiebras de las que enumeraremos algunas. En primer lugar, no existen posibilidades de enseñar ni debatir en las instituciones educativas sobre el cambio climático: sistemas demasiado rígidos, profesorado inadecuadamente reclutado y reconocido, instituciones y pautas arcaizantes son algunas de las barreras.

En segundo lugar, la información que circula en los medios convencionales está vehiculada de modo predominante a través de los programas e informaciones sobre el tiempo meteorológico, que gozan de parrillas importantes y de audiencias apreciables. El problema radica en mi modesta opinión en que la meteorología, que ha alcanzado cotas valiosas en la tecnología que la sustenta y en los conocimientos que produce, se enfrenta a un dilema: suministrar información científica o el miedo a crear alarma social con las secuelas de repercusión económica, social y política. Una tesis personal no contrastada me lleva a plantear que los meteorólogos que creen en el fenómeno del cambio no lo comunican con claridad mientras que aquellos que sostienen dudas en función del escepticismo científico las declaran abiertamente.

En tercer lugar, las estrategias de supervivencia obviamente interesada por razones económicas de las empresas, más manifiestas cuánto más grandes e internacionales son, determina una reacción de sus sistemas inmunológicos basada en células estimulada por el dinero que fomenta alergias viscerales ante cualquier atisbo de ética de la responsabilidad y el compromiso. Como se pudo comprobar, no dudaron en financiar a científicos para contrarrestar por medios informáticos (el “climagate”) a los proponentes del cambio climático  y los efectos antropocénicos. Asimismo ejercen presión sobre los procesos de comunicación para lo que aprovechan estos tiempos de información desbordada para defender estrategias negacionistas.

En cuarto lugar, la economía y la(s) ética( s) se han enfrentado a profundas contradicciones conceptuales y estratégicas. A finales del siglo pasado e inicios del presente, las organizaciones internacionales y ciertas reacciones sociales advirtieron al mundo empresarial de los riesgos de desconfianza social ante sus prácticas en la maximización de rendimientos. Las instituciones empresariales acudieron a la ética como potencial antídoto y de ello surgió con bastante impacto estratégico, repercusión mediática e incluso apropiación académica, el concepto de responsabilidad social corporativa (RSC), que en corto plazo de tiempo se ha ido disolviendo en el ambiente especulativo que ha caracterizado la visión economicista de la vida (homo economicus). En tiempos recientes, las empresas que aspiran a ser “socialmente responsables”  aunque sea como coartada o bayética [2], han encontrado una nueva invocación regeneradora . Me refiero a su adscripción a los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), iniciativa de  Naciones Unidas lanzada en 2015 alrededor de la Agenda 2030.  Siento ser de nuevo un aguafiestas pero albergo serias dudas acerca de la factibilidad de los 17 ODS mientras se mantenga como indicador principal del éxito de un país o de cualquier entidad política el producto interior bruto (PIB). Llevamos ochenta años de esta dictadura instrumental, insegura científicamente, falaz por su exclusión ideológica e injusta social y ambientalmente. En 2008 Sarkozy propuso refundar el capitalismo [3] pero luego ha sido tildado ese esfuerzo de “broma macabra”, la OCDE trató de  acompasar el esfuerzo por los mismos años también sin éxito. Recientemente David Pilling , editor para África del Financial Times y autor del libro “ El delirio del crecimiento” ha publicado un artículo en El País (suplemento Ideas,3 de febrero de 2019) con el título “El PIB y su gran error de cálculo” [4]. Entre valiosas consideraciones que justifican este título demoledor cabe destacar: “el peso que instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han tenido en la adopción del PIB a nivel mundial”; son instituciones de sesgo ideológico monetarista, propio del sistema o ambiente economicista de corte neoliberal. Según Pilling, la economía como concepto “es un ente abstracto que se trata como si fuera algo separado de la experiencia de un país…”es decir “los árbitros de nuestras decisiones políticas son los mismos economistas”. El juego de la política económica parece estar viciado, ni siquiera se puede recurrir a un  VAR, como en el fútbol. Como señala Pilling “Si usamos el PIB para medir el progreso de nuestra economía, la mejora de nuestra vida es a costa del planeta”. Y añado con el antropoceno como periodo geológico que parece resultar de la acción humana y con su secuela, el cambio climático.

Con un cinismo impresionante y para incidir en las contradicciones de la ciénaga social en la que vivimos, las instituciones y las empresas nos animan a que protejamos el medioambiente con pequeños actos cotidianos. Es lo que denuncia Raquel Seco (El País, suplemento Ideas, 24 de febrero de 2019, pág.4) [5],  quien se pregunta y con ello nos interpela “¿Están colocando la responsabilidad social sobre nuestros hombros, en vez de asumirla?”.

Entretanto en España no dejamos de vivir en el piélago de contradicciones. Con motivo del gobierno salido de la moción de censura en la primavera de 2019, se abrió una ventana de esperanza con la creación del Ministerio de Transición Ecológica y la atribución de dicha cartera a Teresa Ribera, una experta reconocida internacionalmente en el ámbito del cambio climático. El catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid Francisco J. Laporta ha publicado un artículo de Opinión (El País, 20 de enero de 2019, pág.13) destinado a  tal representante política, a la que elogia por su seriedad y rigor.  El titulo interrogativo “¿Una enemiga del pueblo?” ya anticipa un relato insinuante. Expone la  lamentable reacción de las fuerzas vivas para cuyo análisis recurre a la analogía con la pieza de Ibsen “Un enemigo del pueblo” para plantear si la ministra Ribera ha experimentado la misma situación que el Dr. Stockman , protagonista de la obra que tuvo que enfrentarse a un dilema del que Ibsen no supo salir con bien: “el conflicto entre los intereses de una ciudadanía poco científica y desconfiada ante la pérdida del lucro  que genera el turismo y sus derivas políticas  frente a la cultura científica que sustenta al Dr. Stockman convertido en ´enemigo del pueblo´ y  a las exigencias éticas que dicha cultura comporta” [6].

Termino rompiendo una lanza por la ciencia del cambio climático a pesar de las dificultades que su cultivo entraña y su riesgo de convertirse en enemigos del pueblo. Para ese objetivo menciono dos hechos y datos que consagran a sus cultivadores como héroes científicos. En 1995, el químico mexicano  Mario Molina, junto con el neerlandés Paul J. Crutzen y el estadounidense Sherwood Rowland fueron ganadores del Premio Nobel de Química por sus trabajos sobre la química atmosférica,  la capa de ozono y el papel  de los gases de efecto invernadero. Por otro lado la reciente muerte de Wallace S. Broecker el primero en alertar sobre el cambio climático en 1975, me ha permitido explorar su carrera científica para concluir que estamos ante un gigante de la investigación científica: sus trabajos han recogido más de 70.100 citas con un índice de 136 y un índice 10 de 492; y desde 2014, las citas han sido más de 10.700  con índices h  y 10 de 51 y 227 respectivamente. ¡Un científico en el Olimpo de la excelencia!

Finalmente, quiero hacer una referencia al ámbito socioeconómico y político con dos hechos. Uno, la concesión en 2018 del premio del Comité Nobel a la economía a William D. Nordhaus por sus trabajos sobre la relación entre el cambio climático y el crecimiento. Otro, el movimiento Greta Thunberg [7] , una adolescente sueca que empezó por crear la campaña “Fridays for Future” (Viernes para el futuro) -hacer novillos los viernes para exigir acción ante el cambio climático a los políticos sentados frente a sus respectivos parlamentos- y que se va convirtiendo en líder internacional, extendiendo tal movimiento como mancha de aceite entre los jóvenes por la desnortada (desorientada) Europa desde hace unos años en lo relativo al activismo social ante la pesada bota de la austeridad.

La AEAC quiere prestar particular atención a este movimiento que es un claro reflejo de la relación entre sociedad y ciencia: entre movilización y reflexión.

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[1] https://elpais.com/elpais/2019/02/05/opinion/1549379975_223348.html

[2] Término que surge por la generosidad de Javier Echeverría para sintetizar el  que avancé de cosecha propia para dar cuenta del fenómeno de la” ética como bayeta”

[3] https://elpais.com/diario/2008/09/26/internacional/1222380007_850215.html

[4] https://elpais.com/elpais/2019/02/01/ideas/1549019762_629559.html

[5] https://elpais.com/elpais/2019/02/25/ideas/1551097226_971802.html

[6]https://elpais.com/elpais/2019/01/28/opinion/1548696647_403289.html

[7] https://www.eldiario.es/sociedad/Nace-movimiento-juvenil-estudiantil-Madrid_0_871763608.html

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