Con el agradecimiento a quienes han contribuido a completar y mejorar este recuerdo del 5º Aniversario
La AEAC nace hace cinco años inspirada en una asociación sesquicentenaria, la AAAS estadounidense, y para recuperar la trayectoria de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias que se fundó en 1908 intentando emular la AAAS y que, siguiendo su ejemplo, creó en 1934 durante la II República Española, su propia revista: Las Ciencias: Anales de la AEPC, aunque tras la guerra civil la Asociación y su revista vivieron lánguidamente hasta su extinción al acabar la década de 1980.
Tuvo su origen en un pequeño grupo de científicas y científicos españoles, denominado grupo CURIE (Científicos Unidos para la Recuperación de la Investigación en España), quienes bajo el prisma de la situación precaria de política científica de nuestro país que se había agudizado tras la salida de la crisis socioeconómica de 2007-2013, se vieron movilizados por el joven y brillante investigador del CSIC (Instituto de Productos Lácteos de Asturias, IPLA, del CSIC) Borja Sánchez. Borja contactó con este veterano investigador cuando éste ya tenía la condición de emérito en dos instituciones, CSIC y CIEMAT. Tras un periodo de reflexión y análisis por vía virtual, que se plasmó en una serie de artículos publicados en el Boletín Sistema Digital y posteriormente recogidos en un libro (https://aeac.science/articulo/libro-ciencia-en-sociedad/), el grupo clausuró su actividad. Gracias a las sugerencias de dos integrantes del grupo, Amaya Moro y Carmen Andrade, nació la AEAC contando con el privilegio de que Federico Mayor Zaragoza asumiera la presidencia. En sus cuatro primeros años, su gestión fue especial con dos secretarios generales que, por mor de las circunstancias, asumieron un papel crucial de doble función: ser secretarios generales y actuar como virtuales consejeros ejecutivos, mientras que Federico Mayor ostentaba las funciones de representación. Esta anómala situación determinó un despegue rápido y explosivo que se vio dificultado por notables ascensos en el ámbito de la política de la ciencia de sus secretarios generales, que ocupan hoy altos puestos de gestión de la ciencia y la innovación en dos comunidades, el Principado de Asturias y la Comunidad de Madrid.
Esa crisis forzó a los veteranos de la aventura a reconfigurar la organización y debo confesar que se está convirtiendo en la plataforma que quisimos que fuera como órgano de servicio para que la sociedad española se sienta vinculada a la ciencia y de este modo poder contribuir al futuro de recuperación de nuestro país.
A tal empeño, quien escribe estas líneas pone con ilusión todavía los más de 60 años de experiencia en el cultivo de la ciencia de vanguardia, de promoción de la misma y de su diálogo con la sociedad democrática que es hoy España.
Recuerdo que decidí incorporarme a la Asociación Española para el Avance de la Ciencia por sus particulares objetivos como asociación ciudadana, diferente de las asociaciones científicas al uso en España, complementaria a las mismas, e integradora, en cierta medida, de la percepción existente entre mis círculos de opinión de la necesidad de mayor presencia de la ciudadanía en las decisiones de política científica, alineada con criterios científicos, objetivos y superadores de ideologías.
En las primeras reuniones de la Asociación pude darme cuenta de la dificultad de lograr dichos objetivos, pero, al mismo tiempo, del entusiasmo de sus creadores, particularmente su director y presidente, Emilio Muñoz y Federico Mayor, a quienes admiraba desde hacía mucho tiempo, y del empeño y claridad de ideas del secretario general, Borja Sánchez.
Yo pertenecía a diferentes sociedades científicas y divulgadoras de la Ciencia en el área de Física, y tenía algunas responsabilidades a nivel nacional en asociaciones internacionales dentro del campo. Conocía también algunas características de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias, a la que había pertenecido anteriormente, y estaba muy implicado en promocionar la multidisciplinariedad en el contexto de la iniciación para la investigación, mediante el desarrollo de las Escuelas de Doctorado en Europa, España en particular.
Creí, entonces, que podía aportar algo de mi experiencia, a la vez que aprendía enormemente de aquellas personas que, con creciente entusiasmo y de forma altruista, dedicaban una buena parte de su tiempo a colaborar por el avance de la ciencia y la participación ciudadana en la definición de las políticas correspondientes.
La tarea es muy complicada, por compleja y porque requiere, en mi opinión, el desarrollo de una cultura del conocimiento en la sociedad, para alinearla con el avance de la ciencia. Toda cultura se forja con esfuerzo y requiere tiempo, pero creo que vale la pena luchar por ello, ya que nuestro planeta está en una situación muy frágil y debemos ayudar a los más jóvenes a mantenerlo sostenible y justo.
5 años, que rápido pasa el tiempo.
5 años desde que Borja Sánchez, primer Secretario General de la AEAC, me explicó el proyecto y me invitó a formar parte de los socios que le daría forma. La idea de una asociación que promoviera el acercamiento de la ciencia a la sociedad que no sólo estuviese formada por investigadores, sino por todas las personas con un interés por la ciencia, por el avance del conocimiento, y porque éste estuviese al servicio de la sociedad me pareció muy necesario e ilusionante.
En estos 5 años he tratado de aportar mi modesto granito de arena colaborando con otros socios en diversas actividades de difusión de la ciencia, pero sobre todo he visto el impulso y el crecimiento que le han dado a la AEAC sus socios, mención especial a Emilio Muñoz y Jesús Rey con los que he compartido años de duro pero gratificante trabajo en común, sin olvidar el impulso que le dieron los sucesivos secretarios generales, culminados con la excelente labor del actual, Higinio, organizando actividades, charlas, debates.
Espero que los próximos 5 años podamos ver su expansión con más ciudadanos acercándose a este proyecto y ampliando la cantidad, calidad y diversidad de sus actividades para acercar la ciencia a toda la sociedad.
Soy Domingo Martín de la ETSI de Minas y Energia (UPM) y, aunque con un perfil bajo, he estado desde el principio en este ilusionante proyecto. Siendo sincero tengo que decir que el mérito de mi pertenencia es compartido con Emilio Muñoz y sus estimulantes consejos sobre experiencias ya vividas.
Como se suele decir en ambientes paleontológicos (biológicos), la AEAC ocupa un nicho necesario y poco poblado en nuestra sociedad. Estamos obligados a levantar nuestra voz y dar una opinión aséptica sobre los temas que afectan a la sociedad y vienen de la ciencia. Es más, este nicho taxonómico que ocupamos nos obliga a ser críticos, además de constructivos, con gobierno e instituciones. Me gustaría terminar entonando el “Viva la AEAC” como se dice en las celebraciones de la patrona de mi centro para celebrar la buena salud de nuestra asociación.
Creo que la AEAC es un referente necesario para cumplir tres objetivos: debatir entre colegas los temas más relevantes relativos al impacto de la ciencia en nuestra sociedad, trasladar estos criterios a nuestros conciudadanos desde el respeto y la independencia, así como analizar los problemas de ética y responsabilidad social de los científicos.
Las instituciones se desarrollan por la labor de unas pocas personas a las que siguen, más o menos adecuadamente, otras personas. En mi caso, soy del segundo grupo, por lo que tengo que agradecer a aquellos que han hecho y hacen la labor más importante, pues los del segundo grupo seguimos la regla de «follow the leader».
Como bien ha indicado Emilio (Muñoz) en su nota; Borja Sánchez, Amaya Moro, Carmen Andrade, Federico Mayor y, yo incluyo al mismo Emilio Muñoz y a otros como Margarita Vila, Amando Menéndez, Jesús Rey y ahora Higinio González; que realizan una importante labor en la AEAC. Ellos son personas válidas, ingeniosas y honestas a las que da gusto seguir y apoyar.
Gracias, cada día nos parecemos más al modelo AAAS.
De los cinco años de AEAC he tenido la fortuna de compartir sus últimos cuatro que confío en que se conviertan en muchísimos más. Los principios y premisas de los que parte la Asociación y que comparto plenamente han formado el caldo de cultivo de iniciativas y proyectos de colaboración con otros colegas de mundos similares algunas veces y de mundos muy distintos otras tantas.
Sin saber muy bien cómo me he visto inmersa en foros de análisis de la realidad actual desde los ángulos más insospechados y también me he sentido cómoda para lanzar iniciativas propias en colaboración con otras socias y otros socios desde ese frente común que es la lucha por una sociedad más justa y una sociedad de conocimiento.
Y es que, como diría Emilio Muñoz, la ciencia y, más concretamente, la teoría de la evolución, lo que demuestra en realidad no es que sobrevive el más fuerte sino el que sabe colaborar con sus semejantes.
Conocí la Asociación Española para el avance de la Ciencia poco después de su fundación, en unas jornadas que se celebraron en la Fundación Areces. Allí conocí a Emilio Muñoz y al conversar ambos sobre mi interés por la evolución y por la interdisciplinariedad y saber que uno de los fines principales de la AEAC era acercar la ciencia a la sociedad y la sociedad a la ciencia, me sentí interesada en colaborar con la Asociación.
El objetivo de la AEAC había sido el de mis publicaciones, conferencias y trabajos desde hacía varios años y el hacerme socia fue como encontrar un grupo que caminaba a mi paso y pensaba igual que yo.
Yo ya tenía noticias de la British Association for the Advancement of Science, fundada el 27 de septiembre de 1831 por William Vernont Harcourt, a través del Catálogo Histórico y Descriptivo en memoria de la vida y obra de Charles Darwin en Down House.
Desde el principio de mi vida en la AEAC he colaborado con Ciencia Ciudadana, Científic@s en prácticas, el Foro, las Tertulias, etc y he escrito en su página Web algún artículo relacionado con Darwin. He conocido a personas de gran interés profesional y humano y, sobre todo, he aprendido mucho. Por todo esto, agradezco la existencia de la AEAC y espero que la sociedad sepa apreciar su trabajo.