Rectificar es de sabios, mentir es de indignos: Evocación a las éticas desde la ciencia
Hoy os dejamos con las reflexiones de nuestros socios Jesús Rey, Victor Ladero y Emilio Muñoz sobre el impacto que tienen en nuestra sociedad las mentiras y cómo el mentir se ha implementado como una estrategia social para manipular a la sociedad, contextualizando estas reflexiones en el proceso de producción del conocimiento científico y proponiendo conductas basadas en la ética y la responsabilidad.
Como se repite con insistencia en estos tiempos de populismo político y de confrontación mediática, la mentira está a la orden del día y forma por ello parte de casi todas las estrategias que se desarrollan en una sociedad que ha sido transformada hasta convertir a la ciudadanía en adolescentes inquietos, contradictorios y/o caprichosos, según sus potencialidades económicas. Esta transformación se ha conseguido a través de un proceso socio-económico determinante que ha supuesto un empobrecimiento moral hasta conseguir paradójicamente que los intereses y deseos predominantes pueden ser adquiridos con dinero, que se convierte de este modo en el único valor que regula, modula, a la sociedad.
En esta tesitura parece lógico que quienes defendemos los análisis de los procesos sociales y políticos bajo las perspectivas de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad y con el apoyo del método científico, nos esforcemos para analizar ese penoso proceso de degradación de la democracia y de las fallas de la política que rebaja la condición humana, a través de la visión de la investigación científica como soporte de la ciencia.
Condiciones de contexto para el análisis
La pandemia de covid-19 es un suceso de tal trascendencia que su comprensión requiere un esfuerzo notable de reflexión, educación e información. Esto es así porque nos enfrentamos a un cambio cultural casi copernicano. Estamos en una situación en que hay que dejar de hacer muchas de las cosas que hacíamos hasta hace apenas un año y que desesperadamente -es decir, sin reflexión- queremos volver a hacer.
La complejidad de los problemas suscitados por esta infección -causada, en palabras del periodista científico Javier Sampedro [1] por “un conjunto de moléculas orgánicas sin ideología y sin religión”- y sus dinámicas y consecuencias, son de tal magnitud que esos tres grandes pilares que acabamos de enunciar y destacar en negrita no puedan afrontarse desde perspectivas de egoísmo corporativo y bajo conocimientos y culturas monotemáticas. Los periodistas, por muy cultos que sean en sus ámbitos de formación; los educadores, por muy vocacionales que sean, si cuentan con una formación monodisciplinar y con las dificultades por la intensidad de su trabajo para practicar la interdisciplinariedad; los déficits de los economistas y los politólogos -por muy brillantes que sean en el desempeño de sus trabajos y en las tertulias de opinión- que han alcanzado condición de notables por la excesiva importancia política y mediática desde la caída del muro de Berlín -cuarenta años de oscuro brillo en el mundo occidental-; los científicos y los ingenieros, por muy brillantes que sean en sus profesiones han quedado, por la misma presión a la que se han visto sometidos por dificultades económicas y burocráticas, alejados de la intervención en la complejidad de lo social y lo político; ni siquiera los grandes protagonistas de este momento de la historia como son los sanitarios y los biólogos, que están siendo descubiertos como oráculos en visión desesperada de la incompetencia científica de los creadores de opinión (“opinadores”), son los mesías. No pueden ser los que intervengan políticamente, aunque sus voces deberían escucharse con el mayor respeto y audiencia, pero siempre, como suele ocurrir en la investigación científica, contrastando pareceres entre expertos ahora a cara descubierta y sin dobles ciegos.
Lo que ofrecemos a continuación es un marco analítico basado en el rótulo de lo que es investigación responsable, construido sobre los trabajos de filosofía y sociología de la ciencia realizados a lo largo de los últimos setenta años y las contribuciones de la filosofía de la política científica, ya en este siglo. Se trata de desarrollar las dimensiones éticas que circundan la actividad investigadora científica y técnica a partir de un programa de análisis de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad (CTS) con bifurcaciones en un subprograma de “filosofía de la política científica”. Se configura así un marco de carácter evolutivo en el que influyen los condicionantes socioeconómicos y políticos. Lo que se ofrece en el apartado siguiente es una síntesis de lo que se presentó y publicó en la iniciativa de la Fundación Lilly que promovía la ciencia, la medicina en español [2].
Evidencias, verdades y consensos en la producción de conocimiento científico
La dinámica tradicional en la investigación científica y técnica es la formulación de preguntas, emanadas de la existencia de hipótesis o teorías, o de la acumulación de datos, que suscitan interrogantes y reclaman explicaciones. La respuesta se da a través de la vía de la experimentación con diseños adecuados y la utilización de las mejores metodologías existentes. Ciencia y técnica deben armonizarse y combinarse para obtener los resultados más coherentes y demostrativos posibles, que son a continuación diseminados entre la comunidad experta, quien los juzga, comprueba y contrasta, de acuerdo con un sistema de evaluación basado en la autonomía y el escepticismo que caracteriza a la sociología de la ciencia en línea con el ‘ethos’ mertoniano [3].
Las reflexiones introductorias no terminan aquí, puesto que los productos de la actividad científica no son incuestionables, aunque hayan sido sujetos a un estricto proceso de escrutinio como el que se acaba de delinear. La rectificación basada en el análisis crítico de las evidencias es la base del progreso de la ciencia. El conocimiento científico así generado no está compuesto por verdades absolutas ni dogmas, sino por verdades sujetas a constante escrutinio y análisis crítico, revisables por una experimentación, para las que se ha acuñado el término “verdades evolutivas” [4].
El avance científico se logra por lo tanto por consenso, proceso en el que son necesarios muchos y diversos procesos de gobernanza. Entre los elementos de la negociación se dan las controversias, que son frecuentes en el desarrollo científico -mucho más que en el avance técnico- y esto es algo que debe ser conocido por la ciudadanía. Desde la teoría de la relatividad a la de la evolución, pasando por la etiología del sida o la de la enfermedad de las vacas locas, las controversias han sido una constante en la evolución del conocimiento científico. Einstein, Darwin o Pasteur no se libraron de ellas.
Aun contando con los citados mecanismos de autocrítica y control, la ciencia no está exenta de fraude. El problema de los fraudes en ciencia ha empezado a aflorar con impacto en la diseminación de la ciencia y en sus revistas especializadas en la última década del siglo XX, alcanzando una notable repercusión mediática en los años 2005 a 2008. Para profundizar en esta temática véase el artículo de Emilio Muñoz [5] en el que se tratan los estudios repetidos (consecuencia de la excesiva exigencia de resultados), las barreras ante el progreso del conocimiento científico (fruto del mal uso del papel de jueces por parte de los expertos y de la tendencia a la comercialización de la ciencia) y la posible explosión del sistema (la preocupación de que el sistema científico al mostrar síntomas parecidos al sistema financiero pueda experimentar los mismos peligros). Una evidente consecuencia de esta arriesgada situación es el fenómeno de la retractación o retirada de artículos, proceso que parece ir en aumento y que, en todo caso, cada vez se hace más transparente. Se ha creado un Comité sobre la Ética de la Publicación (COPE de su nombre en inglés, Committee on Publication Ethics) con el fin de aumentar la integridad de las revistas académicas mediante el asesoramiento a los editores sobre estos aspectos éticos.
Acciones cuestionables en la producción del conocimiento científico. Dos ejemplos de controversias asimétricas entre ciencia y política
Una vez aceptado por consenso, el conocimiento científico debe ser comunicado a la sociedad, interiorizado y aceptado por las instituciones y por la ciudadanía, y legitimado como base para la toma de decisiones y la realización de actuaciones. La evidencia científica, aparte de su verdad innata, propia, necesita del asentimiento en la verdad sostenida comunitariamente, de la legitimidad y confianza social [6][7].
El conocimiento científico debe de este modo incorporarse al relato colectivo, pugnando para ello con otras verdades o pseudoverdades, con las mentiras, con símbolos de diversa índole, con ficciones colectivas entre las que se encuentran los dogmas de fe, que pugnan asimismo por ocupar su espacio en esos relatos que todas las culturas humanas crean para explicar por qué las cosas son como son [8].
Así pues, la ciencia se enfrenta a la necesidad, que expresaremos en términos unamunianos, no sólo de vencer, de llegar al eureka del descubrimiento de la verdad buscada, sino de convencer y persuadir, utilizando para ello como herramientas el razonamiento y la argumentación. En este empeño en pro de su credibilidad, el conocimiento científico se enfrenta a la irracionalidad, a la desconfianza y al escepticismo, cuya versión extrema se plasma en el negacionismo, el fanatismo y la conspiración desinformados e ignorantes, cuando no intencionadamente despreciativos o manipuladores de las evidencias científicas y los hechos probados y contrastados. Y se enfrenta a la utilización y manipulación de la ciencia, y de sus antagonistas la seudociencia y la charlatanería, por y en favor de la ideología y de la mala política [9], alentados por la infodemia y la infotoxicación [10].
Esta contienda no es ni mucho menos contemporánea, y se ha producido en y bajo distintos períodos históricos y regímenes políticos y económicos. En un artículo publicado recientemente [11], Paul Krugman presenta dos ejemplos separados en el tiempo y a primera vista alejados en lo político y lo económico: el actual del trumpismo y el algo más lejano del estalinismo.
La reflexión desde la ciencia puede ayudar a dilucidar el debate entre salud y economía, que se está produciendo en todo el mundo con especial intensidad, con motivo de la pandemia de covid-19. En España, el caso más reciente y llamativo se está dando con la gestión de la pandemia en la Comunidad de Madrid. Ante una oleada de contagios que se han venido produciendo desde la salida del confinamiento y de modo particular tras el regreso de las vacaciones de agosto, la disputa ha trascendido los datos científicos (incluidos los epidemiológicos) para convertirse en una controversia asimétrica entre ciencia y política -fundamentalmente en torno a datos como los límites razonables de contagios y muertes por cada 100.000 habitantes, y las tasas de contagiosidad- y en una contienda política también asimétrica, en torno a los datos científicos y su manejo a la hora de tomar decisiones políticas -como ocurrió en el Consejo Interterritorial de Salud de fecha 30 de septiembre de 2020-. Y en las distintas decisiones tomadas por la Comunidad de Madrid -confinamientos perimetrales selectivos de distintas áreas sanitarias de la ciudad- y el Gobierno Central –aplicación del estado de alarma aplicado a ciertas poblaciones-, y que finalmente han alcanzado también a la justicia -el acuerdo del Consejo Interterritorial que fue aceptado por el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Castilla y León el 9 de octubre, había sido rechazado por el TSJ de Madrid por defectos formales el día anterior-.
Ante esta situación, la confusión e irritación de los ciudadanos y su hartazgo aumenta hasta el extremo de rechazar la política, generando la antipolítica, un peligro para la democracia, que incide negativamente sobre su sentido de la responsabilidad a pesar de invocaciones hipócritas a la misma de los responsables políticos.
El segundo caso ha sido la retirada de los nombres de dos políticos republicanos, Largo Caballero e Indalecio Prieto, del callejero de Madrid, a iniciativa de Vox y con el apoyo del Partido Popular y Ciudadanos en el Ayuntamiento de la ciudad, apoyándose en la Ley de Memoria Histórica [12]. Un centenar de historiadores han desmantelado los argumentos a partir de evidencias científicas [13].
Dimensiones y propuestas éticas
Estas cuestiones se desarrollan en el trabajo referenciado anteriormente [14], que se había sustentado en las complejidades éticas de la investigación científica y técnica.
Entresacamos y recordamos la propuesta de actuación basada en la responsabilidad.
Se propone una actuación ética que debe penetrar en todos los elementos del proceso de producción del conocimiento y que descansa en la actuación responsable, trasciende de las éticas principialistas (asociadas a las deontologías o deontologismo), e incluso de las consecuencialistas que son las que hemos defendido como más propias de situaciones y hechos determinados, representadas por el análisis caso por caso, y también de la práctica de profesiones que se guían por éticas internas. Se requiere: responsabilidad en el laboratorio, responsabilidad en los procesos de diseminación (publicación) y responsabilidad en los procesos de difusión y divulgación (transferencia de conocimientos).
Para integrar la diversidad de funciones en la investigación y las relaciones interéticas que ello comporta, como corolario ético, se postula una ética funcional, para la que por analogía con el funcionamiento (fisiología) de los seres vivos se propone el nombre de “fisioética”, o en términos ómicos, de “metaboloética” [15] [16].
Sabios o indignos. Evocación a las éticas desde la ciencia
En los apartados anteriores hemos revisado los mecanismos de autocrítica y autoevaluación de los que dispone la ciencia para defenderse de la falsedad, el engaño, la manipulación y el fraude, y para favorecer la rectificación justificada, humilde, honesta y puntual de aquellos resultados erróneos por causas no intencionadas.
Traslademos ahora el escenario desde la ciencia a la vida cotidiana. Pueden encontrase ejemplos en todos los ámbitos, particulares y sociales, de mentiras y de rectificaciones. Como seres humanos, no estamos exentos de acogernos a la rectificación. Tampoco, por supuesto, de faltar a la verdad, de caer en la mentira. Bien es cierto que la sabiduría popular afirma que lo primero es de sabios. Y lo segundo…
La línea entre la rectificación y la mentira puede ser muy delgada. Alguien puede pensar o decir con sinceridad que hará una cosa y más adelante, con el paso del tiempo y a la luz de nuevos conocimientos o en diferentes circunstancias, recapacitar y rectificar para hacer una distinta, incluso la contraria. Puede también defender con vehemencia la conveniencia o necesidad de actuar de un determinado modo, y finalmente cambiar de opinión y proceder de otro, con el convencimiento de la honestidad e idoneidad de la actuación final. Y será muy difícil comprobar si ya en un primer momento su pensamiento era actuar de forma diferente a la que afirmaba; en cuyo caso estaríamos ante un engaño, una mentira.
Además, la propaganda y la repetición constante, machacona e impenitente de falsedades y mentiras consigue estrechar aún más esa delgada línea entre verdad y mentira, entre hechos e interpretaciones, entre realidad y relatos ficticios.
Ciertos discursos encuentran en esta situación un caldo de cultivo propicio para fomentar la desconfianza, la rabia e incluso la paranoia [17], cebando un círculo vicioso, un Maelstrom que todo lo enmaraña y arremolina, haciendo aún más difícil la diferenciación entre verdad y mentira, entre realidad e irrealidad. En este maremágnum las teorías conspiratorias juegan un papel nada desdeñable, como explica Stanley, al contribuir a que públicos concretos encuentren consuelo en ellas como explicación de sus rencores y miedos irracionales, momento en que “el uso de la razón en el debate político deja de ser un argumento de peso”.
Compañeros de la mentira son la hipocresía y la demagogia. También la insinuación, la calumnia y la difamación orientadas a atacar y perjudicar a objetivos concretos, ya sean personas, grupos, instituciones, pueblos, etc.
Las redes sociales tienen una capacidad similar de “maelstromizar” la realidad, con el agravante de que su capacidad de transmisión consigue magnificar desproporcionadamente cualquier realidad o irrealidad; son lo mismo informaciones y hechos contrastados que bulos, mentiras y engaños.
Para contrarrestar estas dinámicas, con motivo de la pandemia de covid-19 se han puesto en marcha diversas campañas informativas que apelan a la responsabilidad ciudadana a la hora de informarse y difundir únicamente información contrastada y procedente de fuentes fiables. Así, por ejemplo, la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) ha puesto en marcha #SoloFuentesOficiales [18], una campaña en pro de la información veraz y contrastada, dirigida a combatir la desinformación, la infodemia, las noticias falsas y la difusión de bulos o mensajes no contrastados. Otras agencias se han comprometido en esta misma línea, como la Agencia SINC -con su campaña ‘Frena los bulos sobre la COVID-19: difunde solo información contrastada’ [19]-, la Oficina de Seguridad del Internauta -‘Ponle freno a los fraudes y bulos con buenas prácticas’ [20]- o Maldita Ciencia [21] -plataforma que desmiente desinformaciones científicas-.
Estas iniciativas apelan en el fondo a la ética de la responsabilidad a la hora de recibir, contrastar y transmitir información, por parte de las instituciones, los medios de comunicación, los agentes sociales y las ciudadanas y ciudadanos individuales.
Distinguir entre rectificación y mentira. Ética de la responsabilidad
Pero todos tenemos que evocar de nuevo y aplicar la responsabilidad para buscar la verdad, para aproximarnos a ella, para ser capaces de distinguir entre la rectificación y la mentira con independencia de donde vengan, de cual sea su origen. En una apelación a la responsabilidad, debemos hacer el esfuerzo de discernir lo cierto de lo falso, intentar no seguir ciegamente lo comúnmente aceptado por ser defendido por una supuesta autoridad.
Hoy, en pleno siglo XXI, los seres humanos antropocénicos incorporamos la información que nos llega sin parar mientes en su ideologización, su eventual servicio a intereses económicos o partidistas implícitos o explícitos, o su procedencia, manipulados por algoritmos que hemos decidido ignorar, o directamente seleccionados consciente o inconscientemente para que nos digan aquello que queremos oír y para reafirmar nuestras propias creencias, mitos u obsesiones.
Cuán lejos quedan los albores de la historia de la filosofía, allá por los siglos VI y V antes de nuestra era, en que los pensadores griegos denominados ‘presocráticos’ establecieron el uso de la razón para analizar y comprender la realidad, frente a la aceptación acrítica de los preceptos tradicionales, asumiendo como exigencia innegociable la racionalidad en tanto que guía del pensamiento. Diríase que gran parte de la humanidad, por ignorancia, o por pereza o comodidad intelectual, sigue emplazada en el período anterior al de estos primeros filósofos, ignorando la razón y desistiendo de cuestionar el rigor de las informaciones y explicaciones de la realidad que recibe a través de ciertos ‘sacerdotes de religiones posmodernas’. Esta situación no se produce sino como resultado de supeditar, al contrario de lo que hicieron estos primeros filósofos griegos, los argumentos a las afirmaciones y los dogmas.
En estas actitudes, la cantidad y la intención también importan. La persona que miente continuamente, compulsivamente, no es de fiar. Por otro lado, aunque rectificar sea de sabios, hacerlo con demasiada frecuencia podría asimismo atribuirse bien al engaño o a la incompetencia. También hay que cuestionarse las rectificaciones cosméticas, basadas en el escepticismo acrítico -indigno de respeto- frente al escepticismo crítico -digno de ser tenido en cuenta-, como nos ha desvelado Ana Muñoz van den Eynde [22]. En estos casos sería comportarse con indignidad.
Tanto en la vida personal, privada, como en la pública, y también en la comunitaria, conviene librarse de quienes engañan y mienten de forma continuada. Y, por el contrario, expresar reconocimiento y rodearse de personas capaces de rectificar con justificación, humildad, honestidad y puntualidad. Y para afrontar esta crisis del coronavirus, sobran a partes iguales la mentira, el engaño y la incompetencia.
Jesús Rey es investigador en el Departamento de Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto de Filosofía (IFS) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y socio fundacional y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC).
Víctor Ladero es investigador en el Departamento de Tecnología y Biotecnología del Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA) del CSIC, y socio fundacional de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC).
Emilio Muñoz es investigador ad honorem en el Departamento de Ciencia, Tecnología y Sociedad del IFS-CSIC. Es socio promotor de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) y miembro de su Consejo Consultivo.
[1] Javier Sampedro (2020) Un regalo envenenado de la madre naturaleza. El País, sección Sociedad, 27 septiembre 2020. https://elpais.com/sociedad/2020-09-26/un-regalo-envenenado-de-la-madre-naturaleza.html.
[2] Emilio Muñoz Ruiz (2013) Investigación responsable. Condicionantes de la accesibilidad a los resultados, publicaciones y conocimientos. Medes, medicina en español, Boletín 7/2012, págs. 31-35. Comunicación presentada en la VIII Jornada Medes 2012, “La ética en la comunicación científica”. Fundación Lilly, MEDES Medicina en español. San Lorenzo de El Escorial (Madrid), 30 octubre 2012. https://www.fundacionlilly.com/global/img/pdf/actividades/medes/boletines_medes/boletin-medes-2012_7.pdf.
[3] Robert K. Merton (1977) La Sociología de la Ciencia. Madrid: Alianza.
[4] Emilio Muñoz Ruiz (2013), Op. Cit.
[5] Emilio Muñoz Ruiz (2012) Culturas de la innovación y procesos sociales: ¿hacia un programa innovador en innovación social? En: Lucía Merino Malilos (ed. lit.), Contextos y usos de la innovación social, págs.191-213. Bilbao: UPV/EHU
[6] Germán Cano (2020) Pensamiento Lateral. El País, sección Opinión. 6 octubre 2020. https://elpais.com/opinion/2020-10-05/pensamiento-lateral.html.
[7] Ava Kofman (2028) Bruno Latour, the post-truth philosopher, mounts a defense of science. The New York Times Magazine, 25 octubre 2018. https://www.nytimes.com/2018/10/25/magazine/bruno-latour-post-truth-philosopher-science.html.
[8] Siri Hustvedt (2020) Las Pandoras de la pandemia. El País, sección Sociedad, 27 septiembre 2020. https://elpais.com/sociedad/2020-09-26/las-pandoras-de-la-pandemia.html.
[9] Jesús Rey, Victor Ladero y Emilio Muñoz (2020) Receta para la España “nacional-regionalizada”: buena política y conocimiento experto. Sistema Digital, 14 octubre 2020. https://fundacionsistema.com/receta-para-la-espana-nacional-regionalizada-buena-politica-y-conocimiento-experto/
[10] Astrid Wagner (2020) Coronabulos, conspiranoia e infodemia: claves para sobrevivir a la posverdad. The Conversation, 27 mayo 2020. https://theconversation.com/coronabulos-conspiranoia-e-infodemia-claves-para-sobrevivir-a-la-posverdad-139504
[11] Paul Krugman (2020) La visión estalinista que Trump tiene de la ciencia. El País, sección Negocios. 26 septiembre 2020. https://elpais.com/economia/2020-09-25/la-vision-estalinista-que-trump-tiene-de-la-ciencia.html.
[12] EFE, Madrid (2020) Madrid quitará las calles a Largo Caballero e Indalecio Prieto a propuesta de Vox. La Vanguardia, 29 septiembre 2020. https://www.lavanguardia.com/local/madrid/20200929/483759815980/madrid-calles-largo-caballero-indalecio-prieto-vox.html.
[13] Europa Press (2020) Un centenar de historiadores acusan a Vox de usar «la propaganda franquista» contra Prieto y Largo Caballero. Cope.es, 7 octubre 2020. https://www.cope.es/actualidad/espana/noticias/centenar-historiadores-acusan-vox-usar-propaganda-franquista-contra-prieto-largo-caballero-20201007_931625.
[14] Emilio Muñoz Ruiz (2013), Op. Cit.
[15] Emilio Muñoz (2008) Dinámica y dimensiones de la ética en la investigación científica y técnica. En Txetxu. Ausín y Mª Teresa López de la Vieja (coords.), Ética de la investigación, Arbor, CLXXXIV(730): 197-206.
[16] Emilio Muñoz Ruiz (2012) Expertos y gobernanza en la gestión del conocimiento científico: dinámicas políticas y éticas. En: Eduardo Apodaka, Lucía Merino y Mikel Villarreal (ed. lit.), Crisis y mutaciones de la expertise. Escenarios, políticas y prácticas del conocimiento experto, págs. 111-139. Zarautz (Guipuzkoa): Ascide.
[17] Jason Stanley (2019) Facha. Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida. Barcelona: Blackie Books.
[18] Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC). La AEAC lanza la campaña #SoloFuentesOficiales. https://aeac.science/solofuentesoficiales/.
[19] María G. Dionis (2020) Epidemia de desinformación: el miedo nos debilita frente a los bulos. SINC Sociedad, 23 marzo 2020. https://www.agenciasinc.es/Reportajes/Epidemia-de-desinformacion-el-miedo-nos-debilita-frente-a-los-bulos.
[20] Oficina de Seguridad del Internauta (OSI) (2020) Ponle freno a los fraudes y bulos con buenas prácticas. 23 marzo 2020. https://www.osi.es/es/actualidad/blog/2020/03/23/ponle-freno-los-fraudes-y-bulos-con-buenas-practicas.
[21] https://maldita.es/malditaciencia/.
[22] Conceptos y visiones resultantes de una conversación on line con Ana Muñoz van den Eynde, científica titular del CIEMAT, como fruto de sus investigaciones sobre cultura científica y sociedad.