Una reflexión al hilo del nuevo brote epidémico de un coronavirus (SARS-CoV-2) patógeno para el ser humano
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Como responsable del Consejo Consultivo de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC), he pedido a dos de sus miembros, Vicente Larraga y Jesús Ávila, reconocidos investigadores en las ciencias biomédicas, que gestionaran con expertos españoles la preparación de un artículo sobre la situación de la emergencia creada por un coronavirus en China a finales de 2019. Su objetivo es contribuir a la difusión científicamente veraz y en el ámbito de la alta divulgación científica. Aquí, se ofrece el articulo con la nota introductoria de los dos socios de la AEAC y el texto básico firmado por el grupo que dirige Luis Enjuanes – uno de los expertos internacionales en este tipo de virus reconocidos por la OMS – en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC.
No quiero terminar esta nota sin invocar una vez más la naturaleza interdisciplinar de los trabajo científicos que exploran la relación entre ciencia, tecnología y sociedad (CTS). Esta invocación recurre a la cita de dos importantes sociólogos, filósofos de la ciencia y la cultura. Uno es Ulrich Beck, desaparecido hace unos pocos años en plena intensidad creativa, quien acuñó el concepto de “sociedad del riesgo” y la estrategia de la “modernización reflexiva”. El otro es Gilles Lipovetsky, de actualidad en España donde acaba de declarar que para los problemas de nuestra compleja sociedad actual “Las soluciones vendrán de la inteligencia, no de la moral”.
Emilio Muñoz
EL CORONAVIRUS
Presentación por Vicente Larraga y Jesús Ávila, socios promotores de la AEAC y miembros de su Consejo Consultivo
Ante el brote epidémico con patología respiratoria que ha aparecido en China la sociedad española y la occidental en su conjunto han reaccionado de una forma absolutamente primitiva. Esto es, con pánico a lo desconocido. Una sociedad que solo se acuerda de sus científicos cuando truena (como de Santa Bárbara) no parece estar muy adaptada a la supuesta sociedad del conocimiento y la innovación que se nos ha venido encima. Los viejos patrones no funcionan y deberá tener en cuenta, cada vez más, la opinión técnica de los expertos en cada tema y no solo la de los abogados, economistas, politólogos y demás expertos en ciencias sociales que dominan en estos momentos la vida de nuestro país. Vamos a hacer una exposición detallada de la infección vírica originada en China, pues no hay nada como la información para desechar bulos. Como sociedad científica nos parece que hay que comentar, no solo los detalles técnicos del brote epidémico, sino también intentar obtener conclusiones más generales como es el deber y el trabajo de los científicos.
Todos esperamos que este nuevo brote epidémico se extinga y los datos existentes parecen indicarlo así. No obstante, lo sucedido nos muestra la importancia de los estudios básicos que deben ser mantenidos en todo caso. Sin tener que estar empujados por situaciones de emergencia. La importancia estratégica de la Ciencia se ha mostrado una vez más esencial para resolver problemas que retrotraen mentalmente a nuestra sociedad, aparentemente tecnificada, a la época de las cavernas, en la que los hombres tenían miedo a lo desconocido, entonces el rayo y ahora, las epidemias víricas. El conocimiento es lo único que nos puede librar de las creencias supersticiosas que emergen, como los virus, cuando menos se espera.
UNA REFLEXIÓN AL HILO DEL NUEVO BROTE EPIDÉMICO DE UN CORONAVIRUS PATÓGENO PARA EL SER HUMANO.
Luis Enjuanes, Isabel Sola y Sonia Zúñiga. CNB-CSIC
Un nuevo coronavirus denominado por el momento con varios nombres: virus de Wuhan, SARS-CoV-2, HARS-CoV y también, confundiéndolo con el nombre de la enfermedad que causa, COVID-19. Este virus se ha detectado oficialmente por primera vez el 1 de diciembre de 2019, en la ciudad de Wuhan, en el centro de China y ya se ha convertido en una epidemia de las más importantes de las últimas décadas, al haber dado lugar a más de 70000 personas infectadas (a fecha 16 de febrero del 2020), de las cuales han fallecido más de 1,600 en tan solo dos meses y medio de una epidemia que se ha extendido a 27 países.
El virus SARS-CoV-2, tiene una identidad de secuencia superior al 80% con el virus SARS-CoV que emergió en el año 2002, por lo que se le haya denominado SARS-CoV-2, identificándolo como una variante de la misma especie de este por el Grupo Internacional de Estudio de Coronavirus. De hecho, el SARS-CoV-2 causa una patología parecida a la del aislado del año 2002, cursando con neumonía asociada a fiebre, dolor de cabeza, tos seca y dificultad respiratoria, que puede evolucionar hacia una inflamación exacerbada del pulmón, con daño pulmonar severo y muerte en un porcentaje de los pacientes. La enfermedad es más grave en pacientes de mayor edad, particularmente los que ya padecen otras patologías, como inmunosuficiencia renal, diabetes o infecciones por otros virus respiratorios.
Los virus, particularmente aquellos que tienen un genoma RNA como los coronavirus, se multiplican dando muchos billones de virus progenie. Durante su replicación se cometen errores (en torno a uno por cada 10,000 nucleótidos añadidos para formar el genoma), que llevan a cambios en su secuencia, lo que facilita la aparición de variantes nuevas, alguna de las cuales puede infectar animales de otra especie y extenderse desde animales silvestres a humanos, originando las llamadas zoonosis. Esto es precisamente los que ha pasado con los coronavirus cuando han saltado de los murciélagos, a civetas o camellos, facilitando el salto a una nueva especie. Este fenómeno es probablemente lo que ha vuelto a suceder en el brote epidémico que se inició a finales del 2019. En este caso, lamentablemente, todavía no se conoce el vector intermedio que ha facilitado el paso del virus desde los murciélagos al hombre. Lo que se sabe, con toda probabilidad, es que el virus ha saltado de los murciélagos al hombre por medio de otro mamífero, ya que, aunque existen coronavirus muy parecidos al SARS-CoV-2 en los murciélagos, en esta época del año estos están hibernando en el entorno de Wuhan y es poco probable que hayan transmitido directamente el nuevo virus emergente al hombre.
En este momento se conocen siete coronavirus que infectan al hombre. Cuatro de ellos causan por lo general un resfriado común entre las personas en invierno, mientras que los otros tres, emergidos en los años 2002 (SARS-CoV aparecido en el Sudeste Asiático), 2012 (MERS-CoV, que emergió en la Península Arábiga), y 2019 (actual SARS-CoV-2 detectado en Wuhan por primera vez), causan la muerte en un porcentaje variable de personas infectadas: 10%, 35% y 2%, respectivamente. Los tres coronavirus mortales para el hombre se ha confirmado que han afectado a 8000, 2600 y 70000 personas, respectivamente, por lo que el impacto de la epidemia actual es muy significativo para la población en general y la economía de los países afectados, particularmente la de China, lo que repercute notablemente en el resto.
En la actualidad la intoxicación informativa sobre el coronavirus que ha emergido recientemente es muy alta, por lo que es recomendable utilizar solamente fuentes oficiales de información sobre el peligro del brote epidémico o posibles terapias, dado que ciertas noticias que circulan carecen de rigor científico.
Existen al menos dos problemas que están entorpeciendo significativamente el control de la epidemia por el SARS-CoV-2. Uno de ellos es que, como se ha dicho, todavía no se conoce con fiabilidad el origen del virus, aunque previsiblemente haya sido un mamífero que se utiliza en la alimentación en China, el que facilitó el paso del virus desde los murciélagos al hombre de forma indirecta. El segundo problema es la observación hecha varios días después del inicio del brote epidémico, de que muchos pacientes infectados diseminan el virus antes de mostrar síntomas clínicos de enfermedad, lo que ha facilitado la transmisión inadvertida del virus a otras personas, sin tener constancia de ello, algo parecido a lo que sucedió con la diseminación del virus del SIDA. Consideramos que este comportamiento del nuevo coronavirus ha facilitado notablemente la contaminación de muchas personas, entorpecido el control del brote epidémico. El posible problema se manifiesta con más fuerza si se considera, como indican varias fuentes académicas, que el número real de casos infectados es en torno a unas diez veces superior al registrado y confirmado oficialmente por ingreso en hospitales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que el riesgo de epidemia en China es muy alto, mientras que en otros países es moderado. Por ello ha recomendado medidas para prevenir la transmisión de persona a persona como evitar contactos innecesarios con animales o productos animales en los mercados, no comer carne cruda o insuficientemente cocinada y mantener una higiene adecuada, particularmente incrementando la frecuencia del lavado de manos y evitando tocar las mucosas de la cara (boca, nariz), que son las vías más frecuentes de entrada de los virus al sistema respiratorio.
Afortunadamente, se han desarrollado diagnósticos que permitan confirmar con toda fiabilidad la presencia del virus del coronavirus en muestras de pacientes en 3-4 horas. Estos sistemas se basan técnicas de biología molecular (PCR) que determinan la presencia de ácidos nucleicos del virus en las personas estudiadas. Así mismo, ya se han identificado antivirales aprobados para su uso en humanos, que se han mostrado efectivos en la protección frente el nuevo coronavirus utilizando modelos animales de experimentación.
La disponibilidad de la secuencia del virus está permitiendo el diseño de distintos tipos de vacunas, basadas en simples proteínas del coronavirus emergente, mediante la expresión de estas proteínas de forma recombinante con vectores ya evaluados anteriormente, o en vacunas más modernas generadas por la ingeniería genética de virus atenuados candidatos a vacunas. Alternativamente, se están construyendo en los laboratorios del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC) replicones RNA derivados del SARS-CoV-2. Estos replicones amplifican considerablemente la dosis génica del antígeno viral que induce protección. Además, se está combinando la química sintética, para producir los distintos fragmentos que forman el genoma del nuevo virus, y los sistemas de genética inversa (ingeniería genética) que se habían desarrollado anteriormente, en un trabajo básico de investigación sin repercusión mediática, para ensamblarlos siguiendo una estrategia preconcebida. Esta estrategia se había utilizado anteriormente en los citados laboratorios para la construcción de vacunas recombinantes para los coronavirus productores del SARS y del MERS. Estos candidatos a vacuna proporcionaron una protección del 100% en modelos animales de experimentación y están pendientes de su evaluación en ensayos clínicos en humanos, para prevenir epidemias por miembros de esta misma familia de virus, o de otras, que con toda seguridad emergerán en unos años, tal como nos viene demostrando la historia de los virus emergentes o reemergentes.
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