Cuento de Navidad. Despreocupación, muy preocupante, tras el otoño más cálido de la historia.

Nuestro Secretario General, Higinio González, reflexiona sobre la indiferencia de una gran parte de la sociedad y los medios de información frente a la emergencia climática a la que nos enfrentamos y lo hace recogiendo algunos extractos del Libro del Clima, publicado por la activista Greta Thunberg y otros autores.

Por Higinio González

En estos días navideños, parece que la vida se detiene, toma un respiro, al menos para mí. En esta aparente serenidad surge la eterna pregunta, ¿Cómo podemos permanecer tan imperturbables con la que ‘está cayendo’?.

Me resulta arduo comprender cómo se puede vivir con tanta indiferencia ante la inminencia del cambio climático y del ‘sorpasso’ a los límites del planeta. No logro entender cómo, según la última encuesta del CIS, esta preocupación es secundaria para los españoles. Me resulta incomprensible que las agencias de viajes ofrezcan descuentos a aquellos que reserven un crucero para el próximo verano, y sobre todo, me preocupa profundamente el futuro de mis nietos.

Si busco las causas de esta falta de interés, tengo la impresión, casi la certeza, de que son las mismas que deberían estar alertándonos del peligro, es decir los medios de comunicación, la política y la ciencia, Aquellos que deberían advertirnos sobre los riesgos que enfrentamos, están, ya sea por acción u omisión, ocultándolos

Los gobiernos son conscientes de que si implementan políticas respetuosas con los límites del planeta, se enfrentarán a millones de ciudadanos poco informados que no aceptarán una disminución en sus condiciones de vida actuales, lo que podría significar perder elecciones y ceder el poder a otros, probablemente menos escrupulosos. Por ello, a medida que aumenta la brecha entre el gobierno y los gobernados, los lazos se debilitan, pero es más fácil mirar de frente al monstruo (Parlamento Europeo, ONU…)

La prensa impresa (y parte de la digital), gran parte de la radio y toda la televisión se deben a sus accionistas y nunca se atreverán a asustar a los clientes de quienes generosamente financian la publicidad en sus medios. De esta manera, aquellos que podrían formar una opinión pública que impulse a los gobiernos a actuar en beneficio de las generaciones futuras, se prestan (salvo honrosas y escasas excepciones) a maquillar de verde los atentados climáticos de las grandes compañías.

Finalmente, queda la ciencia. La gran mayoría de los científicos comprenden perfectamente el problema, pero, a excepción de aquellos que se dedican a su estudio, prefieren mirar para otra parte. ¿De que servirá desarrollar maravillosas baterías si no tendremos con que construirlas, diseñar tejidos a base de algas, o alargar la vida hasta los 150 años si solo lo podrán disfrutar unos pocos supervivientes, pertenecientes a una élite minúscula?.

En España hay algo más de 100.000 científicos, según el ranking de CSIC. Si uno de cada diez mencionasen, una vez al año, ante un micrófono o para un medio de comunicación la importancia de las crisis climática y energética, estaríamos hablando de cerca de 30 comunicados diarios. Esa viene a ser, a grosso modo, el número de comunicados que se publican en España a diario, pero casi exclusivamente en twitter y prensa marginal y por solo media centena de personas ‘entregadas a la causa’. Si esa media centena fueran cinco centenas inundaríamos internet y sobre todo si quienes tienen acceso a la prensa escrita o a la radio comercial, aprovechasen cada ocasión para, como hace nuestro querido y admirado Federico Mayor, soltar el mensaje, esa lluvia persistente por fuerza y por pesadez acabaría por calar hasta a los más ‘bobos’.

Está bien que se investiguen las curas para las enfermedades que aún se resisten, que se busquen sustitutos para los plásticos, o como capturar el CO2 de la atmósfera, pero siempre y cuando todos los científicos, sin excepción, prioricen la lucha contra los combustibles fósiles, ahora, no dentro de cinco o diez años. Se trata de que la inmensa mayoría de la humanidad pueda aspirar a un futuro quizás no tan prometedor como el que Elon Musk@Cia se prometen, pero al menos accesible para todos, tanto en el Norte, como en el Sur, Oriente y Occidente.

Adjunto unos extractos del Libro sobre el Clima que el año pasado coordinó Greta Thunberg con un extenso equipo de colaboradores. El primero pertenece al capítulo 4.3- La verdad sobre los objetivos climáticos de los gobiernos y desarrolla el modo en que los medios y los gobiernos colaboran para maquillar los datos de emisiones de CO2. El segundo pertenece al capítulo 5.13 Una respuesta real a la emergencia y expone un ejemplo ‘ídílico’ de lo que debería ser esa colaboración. El capítulo 5.16 Una Transición Justa nos adentra en la importancia de realizar una transición energética justa. El capítulo 5.19 La descarbonización exige redistribución nos dice que el proceso de descarbonización solo será posible si conlleva una redistribución de la riqueza. Por último, el epílogo, con las principales conclusiones del libro.

En ambos casos la posición de la ciencia debería ser un respaldo absoluto a la verdad. Cualquier duda alimenta la esperanza en un ‘milagro’ que no llegará, al igual que la tranquilidad no me llega a mí después de escribir estas líneas, que en última instancia solo reflejan la opinión de un espectador.

 

  • Fragmento del capítulo 4.3 del libro del Clima (Greta Thunberg y otros)

La verdad sobre los objetivos climáticos de los gobiernos – Alexandra Urisman Otto

……/…..  Nuestros lectores, oyentes y espectadores habían confiado en nosotros, los periodistas, durante décadas. Y sin embargo  en medio de la mayor crisis de la historia de la humanidad, seguíamos dándoles las “noticias” con la hipótesis subyacente de que tenían la opción de seguir igual que siempre. Era una deslealtad descomunal.

……/…..empecé a tener la sensación de que quizá la reacción política ante la crisis no era errónea de la forma en que yo creía; quizá la situación era aún peor.

Para probar mi hipótesis, llegué hasta el centro mismo de la política climatológica de Suecia: el objetivo de cero emisiones netas del país para 2045, que en teoría convertía a Suecia en una «abanderada» del clima. En los archivos del Estado, tomé asiento en una habitación silenciosa, donde fui abriendo una caja tras otra de los documentos del elogiado comité parlamentario que había negociado y acordado el objetivo. Luego los comparé con lo que había descubierto sobre las estadísticas de las emisiones y lo que los científicos afirmaban que era necesario para cumplir el Acuerdo de París.

Me llevó meses entender las estadísticas de las autoridades, y después estructurarlas de una forma que fueran comprensibles. Suecia emite alrededor de 50 millones de toneladas de gases de efecto invernadero al año; es la cifra que siempre aparece en los debates políticos y en las estadísticas oficiales. Pero ahora yo podía, junto con mi colega, la infografista María Westholm, demostrar que la cifra real era mucho mayor. Si se añaden las emisiones del consumo y la combustión de biomasa, el total alcanza los 50 millones de toneladas el triple de la cifra oficial. Y eso sin incluir, por  ejemplo, las emisiones de los fondos de pensiones de capital de combustibles fósiles o las emisiones por los negocios de carbón en el extranjero de la empresa energética del Estado

…/…  Yo pregunté: si todos los países establecen incorrectamente sus objetivos en la misma medida en que lo hace Suecia, ¿Cuál será el calentamiento global al que el mundo se verá abocado?…/…

Y aún había más lagunas. La palabra netas en la frase “cero emisiones netas en 2045” permitía la emisión de hasta diez millones de toneladas de gases de efecto invernadero al año después de 2045
El Gobierno debía compensar» estas emisiones de carbono haciendo unas muy criticadas inversiones
climáticas en el extranjero -una práctica conocida como “compensación de carbono” o mediante soluciones «técnicas» como la BECCS (o bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, por sus siglas en inglés), que no estaba, ni de lejos, desarrolladas a la escala necesaria, y que llevan asociadas otros problemas, como la pérdida de biodiversidad. O el cambio del uso de la tierra —mediante, por ejemplo, la rehumidificación de turberas—. O las ampliamente criticadas inversiones climáticas en el extranjero, una práctica conocida como intercambio de derechos de emisión de carbono.

…/… Una de las reporteras de The Washington Post, Anu Narayanswamy, concluía: «Si hoy en día estamos calculando mal las emisiones, las políticas que deberíamos cumplir en los próximos cincuenta años se basarán en estas cifras incorrectas. Así que, dentro de cincuenta años, estaremos en una situación mucho peor de la que han previsto nuestros modelos o predicciones».
La tarea más importante de un periodista es dar a sus lectores la información que necesitan, sobre todo para que puedan tomar decisiones democráticas fundamentadas. Llevamos décadas de retraso en la «historia del clima», y aún son solo una minoría de periodistas los que ven la crisis climática y ecológica como «su» área de interés. El trabajo de crear una hoja de ruta adecuada acaba de comenzar.

 

  • Extracto del capítulo 5.13 del libro del Clima (Greta Thunberg y otros)

Una respuesta real a la emergencia – Seth Klein

……/….. Si nuestros gobiernos entendieran realmente la emergencia climática como tal, efectuarían con rapidez un inventario de nuestras necesidades de conversión para determinar cuántas bombas de calor, dispositivos solares, parques eólicos, autobuses eléctricos, etcétera, necesitaríamos a fin de electrificarlo prácticamente todo y acabar con la dependencia de los combustibles fósiles.

Después establecerían una nueva generación de empresas públicas para asegurarse de que esos productos se fabricasen y distribuyesen a la escala requerida. También crearían un programa económico nuevo y audaz para catapultar el gasto en infraestructura climática y en programas de nueva capacitación laboral.

Pasar de políticas voluntarias y basadas en incentivos a obligatorias

Durante la Segunda Guerra Mundial hubo racionamiento de bienes y todo tipo de sacrificios. Durante la pandemia de la COVID- 19 nuestros gobiernos emitían órdenes sanitarias y cerraban partes no esenciales de nuestra economía. Pero con la emergencia climática, no ha pasado nada similar.

Hasta la fecha, casi todas las políticas climáticas han sido voluntarias. En Canadá, fomentamos el cambio con incentivos y reembolsos. Enviamos señales con los precios. Pero no exigimos el cambio. Y nuestras emisiones de efecto invernadero no se han reducido, simplemente se han mantenido.

Si hemos de cumplir con los objetivos de los gases de efecto invernadero que hay que alcanzar de forma urgente, necesitamos establecer fechas claras y cercanas en que se exigirán determinadas cosas. Hemos de declarar que a partir de 2025 no será legal vender vehículos nuevos que quemen combustibles fósiles. Hemos de obligar a que no se permita que los edificios de nueva construcción utilicen gas natural, u otros combustibles fósiles ya desde el próximo año. Tendríamos que prohibir la publicidad de los fabricantes de esos vehículos y las gasolineras. Solo así dejaremos claro que esto es grave.

Contar la verdad acerca de la gravedad de la crisis

En la frecuencia y el tono, en las palabras y la acción, es necesario que las emergencias parezcan y suenen y se sientan como tales. Los dirigentes políticos de la Segunda Guerra Mundial eran comunicadores excepcionales que se mostraban francos con la opinión pública acerca de la gravedad de la crisis, y aun así conseguían transmitir esperanza. Sus mensajes eran amplificados por unos medios de comunicación que sabían de qué lado de la historia querían estar y por un sector de las artes y el espectáculo ansioso por congregar al público. Sin embargo, nada de esa lógica y coherencia está presente con respecto a la emergencia climática. Cuando nuestros gobiernos no actúan como si la situación fuese una emergencia (o, peor, cuando envían mensajes contradictorios al aprobar nuevas infraestructuras de combustibles fósiles), comunican, de hecho, a la opinión pública que no se trata de una emergencia. ¿Dónde están las ruedas de prensa regulares sobre cómo se le está haciendo frente? ¿Dónde está la publicidad gubernamental para aumentar el nivel de «cultura climática» de la sociedad? ¿Dónde están los informes diarios de los medios de comunicación que nos explican como se desarrolla esta lucha por nuestra vida en nuestro país y en el extranjero?. Si los líderes políticos creen que a lo que nos enfrentamos es una emergencia climática, entonces es necesario que actúen y hablen como la maldita emergencia que es.

Una última lección de tiempos bélicos: cada gran movilización se acompaña del compromiso de que no se dejará a nadie atrás, de que la vida después de la lucha será más alegre y justa. La movilización por el clima ha de incluir una garantía de puestos de trabajo para todos, y una transición justa para todos aquellos cuyos medios de vida se hallan ligados a la industria de los combustibles fósiles o que viven en primera línea de la crisis climática, como parte de un compromiso para afrontar la desigualdad.

 

  • Extractos del capítulo 5.16 del libro del Clima (Greta Thunberg y otros)

Una Transición Justa – Naomi Klein

…/… Nos enfrentarnos a tantas emergencias que se superponen, que no podemos permitirnos resolverlas una a una. Nos falta una imagen holística del mundo por el que estamos luchando Hay varias crisis interconectadas, la emergencia climática, la contaminación, la pérdida de biodiversidad, las pandemias globales y las crisis democráticas, y en el centro está la desigualdad social. Necesitamos una transición justa.

…/… La acción climática fundada en la ciencia significa liberar de los combustibles fósiles a nuestros sistemas de energía, agricultura y transporte tan pronto como sea posible. La acción climática fundada en la justicia exige más. Exige que, mientras llevemos a cabo estas enormes transformaciones, también construyamos una economía más igual y democrática.

…/… Pero la verdadera justicia climática requiere más que la democracia energética, requiere justicia energética, e incluso reparaciones energéticas.

…/…Una transición justa exige inversiones masivas para volver a capacitar a los trabajadores para la economía pos-carbono, y estos han de actuar como participantes plenos y democráticos en el diseño de esos programas.

…/… Este principio de transición justa suele conocerse como «ningún trabajador debe quedarse atrás».

…/… Este principio de una transición justa se conoce como “quien contamina paga” y se basa en una idea sencilla: las personas y las instituciones que más se han beneficiado de la contaminación, son las que deben pagar más para reparar el daño causado.

…/…, es necesario que haya una transferencia de riqueza del norte al sur, para ayudar a las naciones más pobres a pasar de un salto sobre los combustibles fósiles e ir directas a las energías renovables. La justicia climática también exige un apoyo mucho mayor para los migrantes desplazados de sus tierras por las guerras del petróleo, los malos acuerdos comerciales, la sequía y otros efectos del cambio climático.

…/…La dura verdad es que los ecologistas no ganarán por si solos la lucha por la reducción de las emisiones. No se trata de menospreciar a nadie: sencillamente la carga es demasiado grande. La transformación que los científicos han dicho que necesitamos supone una revolución en cómo vivimos, trabajamos y consumimos.

 

  • Extracto del capítulo 5.19 del libro del Clima (Greta Thunberg y otros)

La descarbonización exige redistribución….. Tomas Piketty y Lucas Chancel

…/…En el debate contemporáneo de la política climática anida un problema fundamental: rara vez se reconoce la desigualdad. Los hogares más pobres, que son bajos emisores de CO2, prevén, con razón, que las políticas climáticas limitarán su poder adquisitivo. Por su parte, los legisladores temen una respuesta negativa si exigen una acción climática más rápida. El problema de este círculo vicioso es que nos ha hecho perder muchísimo tiempo. Lo bueno es que podemos romperlo.

 

…/… hemos de pensar de manera creativa. Consideremos, por ejemplo, un impuesto progresivo sobre la riqueza, con un recargo por contaminación. Se abandonarían los combustibles fósiles con mayor rapidez al hacer que el acceso al capital fuera más caro para las industrias de combustibles fósiles. También generaría potencialmente grandes. ingresos para los gobiernos, que podrían invertir en industrias verdes e innovación. Tales impuestos serían más equitativos, ya que se dirigirían a una parte de la población, no a la mayoría.

 

…/…Sea cual sea el camino que las sociedades elijan para acelerar la transición (y existen muchos), ya es hora de que reconozcamos que no habrá una descarbonización profunda sin una profunda redistribución de la riqueza.

 

  • Extracto de las conclusiones mas relevantes del Epílogo:

Unas pocas cifras:

  • Cada año vertemos al océano 8000 millones de toneladas de residuos plásticos
  • Cada día utilizamos unos 100 millones de barriles de petróleo
  • Cada minuto subvencionamos a producción de carbón, petróleo y gas con 11 millones de dólares
  • Cada segundo talamos un ara forestal del tamaño de un campo de futbol.

 

¿Qué se puede hacer?

  • Establecer compromisos vinculantes
  • Abandonar las compensaciones del carbono
  • Acabar con las subvenciones a los combustibles fósiles
  • Incluir todas las cifras para calcular nuestras emisiones
  • Invertir en ciencia e investigación

 

La responsabilidad de dar a conocer historias, escribir artículos sobre esta crisis y hacer que los responsables rindan cuentas es, en última instancia, de los medios de comunicación. Si tus editores no se toman en serio estas cuestiones, entonces tu deber como periodista es hacerles cambiar de opinión. Esto no es muy difícil de comprender, incluso tus hijos suelen entenderlo. Ya pasó la época en que, como reportero individual, podías escudarte en la ignorancia o en el hecho de no ser consciente. Sin el compromiso de los medios de comunicación, es sencillamente imposible alcanzar los objetivos climáticos internacionales.

Autor

Higinio González es Secretario General de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC).

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