Filosofía Ciudadana
Filosofía Ciudadana
Miguel Ángel Quintanilla (2020)
Editorial Trotta
ISBN: 9788498798098
Plaza de edición: MADRID
El filósofo no tiene otras evidencias que las que están al alcance de los demás ciudadanos. Comparte el mundo con ellos. No tiene mundo propio. No ve más lejos, ni diagnostica mejor. La filosofía no tiene otro objeto que la experiencia compartida y no tiene otro método que el que evita que nos dejemos llevar por diagnósticos precipitados. Miguel Ángel Quintanilla es un filósofo, siempre comprometido y que siempre busca nuevos retos intelectuales que resolver.
Filosofía Ciudadana es un libro de filosofía que habla de la realidad, de las cosas tal y como son. En él desarrolla, alrededor de cuatro temas: filosofía, innovación, cultura científica y política, más de cien píldoras que ayudan a pensar acerca de las interacciones entre la ciencia, la tecnología, la política y la sociedad, proponiendo una reflexión del mundo que vivimos con las herramientas de la filosofía. Miguel Ángel comparte con nosotros su asombro, la afección originaria de la filosofía, a través de su mirada en torno a lo que le preocupa y propone una discusión racional acerca de los temas que configuran un mapa de nuestra realidad, sugiriendo acciones que promueven el pensamiento crítico más allá de objetos particulares, situándose frente a la totalidad de lo que hay, dándole sentido a las cosas y aventurando maneras que nos ayuden a comprender el mundo, a recorrerlo y disfrutarlo haciéndonos inventores de nuestra propia vida.
La filosofía está cerca de los fenómenos concretos de nuestra vida cotidiana. Pretende comprender nuestra experiencia y nuestra percepción. No solo aspira a diseñar modelos mediante los cuales se pueda predecir y controlar los acontecimientos anónimos de la naturaleza o el comportamiento de los seres vivos como nosotros, los humanos. Más bien, se esfuerza por el conocimiento de la realidad y de nuestra experiencia de la realidad.
Filosofía Ciudadana quiere estimular a sus lectores a una reflexión propia. Sin más protección que su capacidad crítica y su sentido de la responsabilidad, el autor pivota en tres ejes: la ciencia, la tecnología y la política un dialogo con el lector sobre los problemas de nuestro tiempo. Desde los toros hasta la cosmología, pasando por la teoría de colas; la ciencia como elemento de referencia para el conocimiento del mundo, la tecnología vista desde las personas, sus usuarios y la política, lo que se puede y no se puede hacer desde el poder para que el mundo sea más digno, más justo, dibujan un entorno en el que no solo ha cambiado nuestra forma de vivir, también la forma de pensar en qué consiste nuestra vida.
Lamento mucho que los ilustrados que intentaron renovar la ciencia española, a caballo entre los siglos XVII y XVIII, no fueran del agrado de Pepe Botella que prácticamente los laminó, aunque luego se quiso apuntar el tanto de promover la Ilustración en España. Sin duda que ese grupo influyó y mucho, antes de la llegada del primer Bonaparte, cuestionando lo que se sabía hasta entonces. Propiciaron la entrada de la revolución científica del siglo XVII renegando de los escolásticos y defendiendo la experimentación. Es verdad que plantearon novedades, diseñaron modelos y pusieron cimientos pero no hicieron innovación. La innovación es un proceso cuyo resultado lleva inexorablemente a un cambio de conducta como ciudadanos, productores o consumidores y por mucho que sea el ingrediente que ahora se pretende poner en todas las salsas hace falta decisión, método y constancia para llevarla a cabo. Como bien se dice en el libro “para que un invento se integre en el flujo continuo de innovación hace falta que exista el flujo y no solo el invento”.
No obstante, celebro que el profesor Quintanilla revindique la Ilustración y ponga en el centro del debate al sujeto del conocimiento, a todos nosotros que como agentes reflexivos que somos dejamos huella. Pensar para saber, saber para poder y poder para hacer debería de ser el único mantra de una sociedad que no trata destruir, sino edificar. Y, efectivamente, donde no hay educación todo falta y donde la hay todo abunda. En todas las sociedades, la educación es la medida común de la prosperidad. Quizá ahora sea el momento de que el humanismo pueda ser, de verdad, una verdadera innovación que nos transforme.
Desde la obsolescencia programada hasta la desesperación que tenemos todos a los centros de atención programada, pasando por la digitalización y los robots son píldoras del capítulo de innovación. En él queda patente la advertencia de lo necesario que es conocer la ciencia y la tecnología, algo que debería servirnos para ayudarnos a entender las posibilidades y las consecuencias de las innovaciones tecnológicas en nuestra vida cotidiana y adoptar una actitud vigilante ante ellas. Tenemos que dominarlas nosotros y no al revés.
La cultura científica tiene un capítulo aparte aunque es el excipiente común en todas las píldoras del libro. Con la cultura científica se trata de conocer que pretenden las diversas ramas del saber científico para que podamos enjuiciarlas críticamente, se trata de comprender mejor el mundo en el que vivimos y, en definitiva, fortalecer la democracia generando políticas éticas basadas en evidencias. Como se señala en el libro: “Este debería ser el objetivo principal de la política científica en los nuevos tiempos: conseguir una mayor difusión de la cultura científica entre todos los ciudadanos y una más efectiva movilización en apoyo a la investigación científica” y así debería de ser, la ciencia también es un bien común, uno de los más importantes en estos tiempos que corren.
Poder para hacer, en teoría ese terreno es al más abonado para la política que es donde se gestiona el bien común. En Filosofía Ciudadana la política ocupa el último capítulo en donde se recogen imágenes para pensar tanto aspectos generales como la desigualdad o la salud de la democracia, como específicos: política universitaria o nacionalismos.
Acaba con una propuesta más democracia, de democracia radical donde la libertad de expresión, la igualdad y el acceso a las oportunidades a los cauces de participación sean universales y la transparencia, de forma que todos puedan acceder a la información relevante para la toma de decisiones colectivas sean las cuatro patas donde se asiente.
Los libros de filosofía tienen la función de promover en sus los lectores a una reflexión propia. Las píldoras de Filosofía Ciudadana tienen los principios activos necesarios para estimular la reflexión y organización clara de los propios prejuicios que tenemos sobre cuestiones esenciales del entorno en el que nos ha tocado vivir.
Platón afirma que el alma del filósofo se distingue de la del resto de los hombres porque es justa y se encuentra dotada de cultura, memoria, perseverancia y facilidad para aprender, de tal suerte que el amigo de la sabiduría es también amigo de la verdad, la justicia, la valentía y la moderación. Miguel Ángel Quintanilla es así.