La importancia de aprender la teoría de Charles Darwin

Por Margarita Hernández Laille, Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación y Vocal de la AEAC.

  El día 5 de marzo apareció publicado en el diario El País un artículo titulado “La resurrección de Darwin”. En él, su autor, Juan Jesús Aznárez, afirmaba que el poder de chantaje, arbitrariedad, destrucción y violación de los Derechos Humanos por parte de Donald Trump y de sus colegas ideológicos se debe al inevitable cumplimiento de la “ley del mas fuerte” y de la aplicación del Darwinismo social.

En su escrito, Aznárez atribuye a Charles Darwin la autoría de estos dos conceptos. Una vez más, Darwin es objeto de la apropiación indebida de su teoría sobre el origen y evolución de las especies. La idea de que la selección natural debe aplicarse al funcionamiento de la sociedad dio comienzo, a través de Herbert Spencer con su teoría pseudocientífica del Darwinismo social, nada más publicarse en 1859 el Origen de las especies y, todavía hoy, más de un siglo y medio después, el ultraliberalismo utiliza esta idea como base de su discurso.

Cuando Aznárez dice “Charles Darwin está de vuelta”, lo que quiere decir es que de nuevo se vilipendia a Darwin, porque el sabio inglés siempre se opuso a esta perversión de su teoría. La idea de la selección natural surgió en la mente de Darwin cuando en 1838, dos años después de regresar de su viaje alrededor del mundo, el sabio inglés leyó el libro de Thomas Malthus titulado Ensayo sobre los principios de la población (1798). En este libro su autor exponía el peligro que había de que en el futuro no hubiera alimento suficiente para todos los habitantes de la Tierra, a causa del exceso de población. Nada más leer el libro de Malthus, Darwin comprendió que en el mundo nacen más individuos de cada especie de los que pueden sobrevivir y que esta circunstancia les obliga a luchar por su existencia. Así llegó a la conclusión de que los individuos más adaptables por naturaleza a las condiciones que les rodean son “seleccionados”, es decir, sobreviven más tiempo y dejan más descendencia, heredera de esas capacidades ventajosas. Por el contrario, las propiedades que no favorecen la adaptación de los individuos a su entorno acaban desapareciendo. Darwin denominó selección natural a la probabilidad que tienen los individuos más favorecidos de vivir dejando descendencia y la posibilidad de desaparecer sin dejar descendencia, que tienen los más desfavorecidos. Esta explicación nos muestra que la teoría darwiniana de la supervivencia del más fuerte es una teoría biológica, muy alejada del uso social que hace de ella Juan Jesús Aznárez, a la hora de tratar de dar una explicación al abuso ecológico y social del poder económico que nos rodea.

Por otra parte, el concepto “Darwinismo social” fue usado por Spencer como forma de justificación de las diferencias sociales a causa de la supervivencia del más fuerte. También fue utilizado por Ernst Haeckel para fundamentar sus ideas racistas del desarrollo humano. Otros autores también han afirmado que el capitalismo está basado en la selección natural. Sin embargo, Darwin no era racista ni imperialista y siempre estuvo en contra de la esclavitud.

Charles Darwin 1983 – Jean-Michel Basquiat. Fotografía de Tim Evanson.

La desnaturalización del pensamiento de Darwin se observa en la conciencia de muchas personas de todas las edades por la ignorancia de su obra. Esta circunstancia, que ya se contemplaba en el Origen de las especies por su autor cuando hablaba de las razones al rechazo a su teoría, la vengo observando también en nuestros días. A menudo pregunto a estudiantes de la Enseñanza Secundaria Obligatoria si conocen la vida de Darwin; muchos dicen que no se la han enseñado en clase todavía y, por supuesto, tampoco fuera de ella. Otros han oído hablar únicamente del viaje del Beagle. Cuando les pregunto por la teoría de la evolución, lo más que obtengo es que saben que venimos del mono. Si le pregunto a personas de más edad, en sus respuestas predomina la idea de que Darwin defiende la “supervivencia del más fuerte” y también que “venimos del mono”. Lo que más me asombró de esta pequeña encuesta fue la respuesta que obtuve de una doctora ayudante de cátedra en la universidad, que al hablarle de mi tarea investigadora sobre la enseñanza del darwinismo me dijo que ella no creía en Darwin. Como si hubiese que creer en una teoría científica que constituye la base de la Biología moderna o en un científico, autor de diecisiete libros, numerosos trabajos impresos, manuscritos, esbozos del Origen de las especies, miles de cartas, diarios personales, una autobiografía, innumerables cuadernos de notas y anotaciones. Además, también fue receptor de varios homenajes a lo largo de su vida.

Esta situación nos revela la necesidad de que la teoría del origen y evolución de las especies por selección natural sea enseñada en las aulas desde las edades más tempranas, para que todas las personas sepan que proceden, como el resto de las especies, de unas bacterias o células procariotas que aparecieron en el agua de nuestro planeta hace unos 4.000 millones de años y tengan claro que todos hemos evolucionado por azar hasta llegar a ser como somos. Este conocimiento nos ayudará a comprender mejor nuestro comportamiento actual y nos capacitará para proyectar una vida que contribuya a una mejor evolución de todas las especies y al logro de una convivencia más pacífica del Homo sapiens.

 


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