Puntos de salida de la Covid-19: tránsito desde el confinamiento responsable a una desescalada enfrentada al egoísmo y los intereses.
En agosto de 1915 la expedición antártica comandada por Ernest Shackleton quedó atrapada por el hielo antártico [1]. El relato de lo acontecido hasta su rescate es estremecedor, por la dureza de las condiciones a que se vieron sometidos aquellos hombres. Pero también por la combinación de liderazgo, sacrificio y cooperación que les permitió sobrevivir.
Se vieron confinados, incomunicados y aislados del resto del mundo, en una circunstancia de descomunal incertidumbre por no conocer con seguridad y claridad cómo y cuándo finalizaría la situación a la que estaban sometidos.
Covid-19. Un confinamiento hiper-comunicado
Transitamos por los albores de un nuevo siglo y la humanidad se enfrenta a un apuro de dimensiones globales. Un virus, el SARS-CoV-2, pone en jaque al ser humano produciendo una pandemia cuyas secuelas están siendo muy duras en muertes y en las amenazas de una crisis económica y social de dimensiones alarmantes.
Afectan a demasiados colectivos y con especial intensidad a aquellos que han construido su economía y su ocio sobre la base de la hiperconectividad y la movilidad resultante del transporte masivo, organizado por la industria turística. En el mundo occidental del bienestar, ésta ocupa una parte importante del llamado crecimiento económico, medido por el Producto Interior Bruto (PIB), tan adorado por las políticas económicas, como cuestionado por quienes vienen reflexionando sobre el sentido de este indicador que no mide ni la riqueza real ni el valor de la naturaleza [2].
Son muchas las circunstancias que nos separan de la expedición de Shackleton. No en vano ha pasado más de un siglo de desarrollo vertiginoso de la humanidad. A las consecuencias derivadas del crecimiento se une que el aislamiento y confinamiento no vienen acompañados por la incomunicación. Vivimos en la era de las tecnologías de la información y la comunicación, de Internet, de las redes sociales y con ello de la comunicación de ciertos deseos e intereses que pueden tener efectos perniciosos para ejercitar la responsabilidad.
No ha hecho falta esperar mucho tiempo, puesto que en la salida de esta crisis de la Covid-19 se está planteando el dilema entre la bolsa y la vida que ya han evidenciando algunos analistas [3] [4]. Casi todos los países europeos están proponiendo la salida del confinamiento (la desescalada) presionados por la bolsa aunque procurando no renunciar a la vida. Y por lo tanto moviéndose en la incertidumbre, porque los criterios sanitarios que van a modular no son matemáticos ni pueden ser claros y rotundos. Mal que nos pese a quienes procedemos del campo de la ciencia, las evidencias científicas son cada vez más diversas, pero al mismo tiempo menos rotundas, se cierran dudas pero se abren otras de no menor calado.
En estas circunstancias, el concepto de tribu aparece con fuerza en relación con las estrategias de desconfinamiento y con la venidera ‘nueva normalidad’. Desde el punto de vista evolutivo, la cooperación en las sociedades humanas se fundamenta en el altruismo recíproco y la empatía, y favorece el desarrollo de comportamientos orientados en pro del bien común [5],[6]. Pero por otro lado, favorece la constitución de grupos o tribus que comparten valores e intereses comunes, que actúan como vehículos culturales que promueven la subsistencia de sus miembros [7], pero que pueden evidenciar la brecha y el enfrentamiento entre las diversas identidades y eventualmente producir conflictos entre los intereses de los componentes de las diferentes tribus.
El modelo de desconfinamiento o ‘Plan de Transición hacia una Nueva Normalidad‘ propuesto para España [8] tiene las incertidumbres de una emergencia sanitaria que no va a tener salidas como las del virus del Ébola, la gripe aviar o la gripe porcina, ni incluso la del sida. Al día siguiente de su presentación ya se oyen declaraciones de representantes de sectores económicos que hablan de los intereses en términos que sobrecogen porque no logran asimilar ante qué agente viral estamos. Y esta salida requiere de una amplia y responsable acción de la ciudadanía.
Sociabilidad, frente a individualismo y egoísmo
La antropología nos enseña que la especie humana (Homo Sapiens) se caracteriza entre otras cosas por su capacidad de cooperar en grupos de individuos muy numerosos. Y ahora somos más capaces que nunca de hacerlo a grandes distancias, gracias en gran medida a las TIC.
Pero paradójicamente las TIC, y más concretamente su creación, las redes sociales, han desvelado nuestra faz más individualista. Nunca antes habíamos dispuesto de una herramienta tan potente para alimentar y propagar el individualismo, el narcisismo y el egoísmo, al servicio de una cultura del ‘me gusta’, del ‘like’, de los seguidores o followers recopilados cual trofeo por los seguidores de este nuevo culto.
Las circunstancias están originando multitud de iniciativas solidarias, tanto individuales como colectivas. Pero la solidaridad no es permanente. El diccionario de la lengua española la define como la “adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”. Es decir, implica o denota alguna circunstancia o depende de ella; esto es, no es posible practicar la solidaridad permanentemente ni con todas las causas o empresas. Así pues, es más que probable que la ola de solidaridad que recorre a los países afectados por la Covid-19 se transforme, una vez más, en un valor coyuntural, al albur de los acontecimientos que la despiertan eventualmente y de los sentimientos que induce y provoca, pero que se retraerá finalmente en favor del egoísmo, por el carácter más perdurable y desmedido que su propia esencia otorga a éste. La lucha del coyunturalismo de la solidaridad contra la constancia, persistencia y perseverancia del egoísmo.
Para que la solidaridad adquiera carácter de estabilidad es necesario un sistema social que haga suyas de un modo estable las causas de los más necesitados. El resto consiste en transformar la ola de solidaridad en un nuevo modo de sociabilidad, entendida no sólo como relaciones entre personas, sino entre la especie humana y el resto del planeta.
Hacia una red social con preeminencia de los enlaces
Si bien en las últimas décadas la evolución social está siendo vertiginosa, cabe preguntarse si tras la Covid-19 cambiarán la esencia y las bases fundamentales, o asistiremos únicamente a cambios menores. Quizá el cambio no sea tan disruptivo como queremos pensar, por lo que al individualismo y el egoísmo respecta. El dominio de la pregunta ¿qué hay de lo mío?
Podría servir este tiempo para pensar el presente y el futuro, y para preparar este último. Deberemos hacer frente a la emergencia sanitaria y a sus secuelas en materia de salud pública, así como a sus efectos económicos, a las dificultades que surgirán para reactivar el empleo y la economía. Probablemente habrá que reajustar algunos elementos en nuestras relaciones sociales próximas y lejanas, y en el modo en que nos relacionamos con el conjunto del planeta y sus habitantes, tanto humanos como no humanos.
En un artículo anterior abogábamos por un paradigma que guíe la salida de esta pandemia y la transición hacia un futuro post-Covid-19 social, solidario y sostenible [9]. El conflicto ahora es entre la bolsa o la vida y no se puede abordar con agentes sociales que ignoran lo que es esta pandemia o quizás peor que no quieren saberlo. Quizá somos utópicos, pero este modelo puede ser un puente para encontrar soluciones.
Sería deseable transitar hacia una red social en la que los nodos (individuos y tribus) tengan un papel secundario en favor de un protagonismo definitivamente más relevante para los enlaces, para los vínculos; es decir, para la cooperación. En este sentido, quizá sea el momento de transitar desde la emergencia hacia un modo de acción cooperativo basado en la empatía, el consenso y la responsabilidad, dejando de lado el egoísmo individual y tribal en favor de la sociabilidad, la solidaridad y el beneficio común sostenible.
Jesús Rey es investigador del CSIC y socio fundacional y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC).
Emilio Muñoz es investigador ad honorem en el Departamento de Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Es socio promotor de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) y miembro de su Consejo Consultivo.
[1] Librería ‘Los portadores de sueños’. Seis libros sobre Shackleton y el viaje del Endurance. http://www.losportadoresdesuenos.com/bloc-de-notas/seis-libros-sobre-shackleton-y-el-viaje-del-endurance.
[2] Marina Estévez Torreblanca. “Al PIB le gusta la contaminación, el delito y las guerras». Entrevista a David Pilling, autor de «El delirio del crecimiento». Eldiario.es, 9 febrero 2019. https://www.eldiario.es/economia/Entrevista-Pilling_0_865463698.html.
[3] Juan Ignacio Pérez Iglesias. COVID-19: El dilema diabólico entre salvar la bolsa o la vida. The Conversation, 23 abril 2020. https://theconversation.com/covid-19-el-dilema-diabolico-entre-salvar-la-bolsa-o-la-vida-136917.
[4] Juan A. Gimeno. La bolsa o la vida. El País, 24 abril 2020. https://elpais.com/elpais/2020/04/22/opinion/1587541095_659906.html.
[5] Varios autores. Cultura y evolución humana. Investigación y Ciencia, nº 87, enero/marzo 2017. https://www.investigacionyciencia.es/revistas/temas/cultura-y-evolucin-humana-701.
[6] Paula Casal. Entrevista a Frans de Waal. Mètode, 10 octubre 2011. https://metode.es/revistas-metode/entrevista-es/frans-de-waal-2.html.
[7] Mark Pagel. Conectados por la cultura. Historia natural de la civilización. RBA Libros.2013
[8] Gobierno de España. Nota de Prensa. El Consejo de Ministros aprueba el Plan de Transición hacia una Nueva Normalidad. https://www.mscbs.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?id=4884.
[9] Emilio Muñoz y Jesús Rey. COVID-19 y su punto de salida: miasmas socioeconómicas y guía de antídotos. Blog AEAC, 8 abril 2020. https://aeac.science/covid-19-y-su-punto-de-salida/.