Juan Carlos
Sanz-Martín
Quimico-físico, divulgador científico y tra(ns)ductor. Nací en Madrid nueve meses después de cerrarse el invierno y, tal vez por ello, añoro los copos de nieve. Esto quiere decir que, en contra la perfecta esfericidad, lucho en pos de lo poliédrico, con sus aristas y rincones, sus brillos y sombras.
Desde que robé las primeras cerillas a mis padres, el fuego y los cambios que induce —y luego todas las demás transformaciones— me fascinan. En probable consecuencia estudié química. Afortunadamente, bien pronto me aficioné a leer tebeos y novelas. Y digo afortunadamente, porque advertí que maravillarse está bien, pero si además eres capaz de asombrar a los demás con lo que aprendes, las sensaciones gratas se acrecientan. De ahí que considere la ventajas de aprender algo más del arte y los artistas y de escuchar menos a los críticos, por más que nuestros pares puedan recompensarnos.
Me encanta leerlo todo, y reescribirlo a mi modo si me interesa lo bastante como para vencer la pereza (un modo conciso de referirme a dejar la situación en manos del segundo principio de la termodinámica cuando el sistema es abierto), aunque siempre estoy presto a emprender cualquier viaje en buena compañía, sobre todo con “mi” mujer, que no es mía y sí mi bastidor y mi paleta de colores.