Bombones en caja de papel: La ciencia y lo público como protección frente a problemas globales

Los autores hablan sobre la importancia de tener una estructura social fuerte y cohesionada, representada en estos días de lucha contra la pandemia COVID-19 por el sistema público. Es el conjunto de estos recursos comunes puestos al servicio de la colectividad lo que nos ayudará a sobrepasar esta situación de emergencia sanitaria, en la que la ciencia está jugando un papel fundamental. Son la ciencia y lo público quienes están comandado la respuesta frente a la pandemia COVID-19.

Por Jesús Rey y Emilio Muñoz

La pandemia COVID-19 nos está poniendo a prueba como individuos, qué duda cabe. Individuos que sufren en primera persona los síntomas de la enfermedad, que luchan con ahínco contra ella y sus efectos, o que aguantan lidiando con el confinamiento. Pero la COVID-19 tiene otra dimensión, la colectiva, ya que constituye un problema de salud pública que nos está afectando como comunidad, como sociedad. Incluso como especie, está poniendo a prueba nuestra supervivencia en términos evolutivos. Vivimos en un entorno de sociabilidad en el que ningún individuo puede sobrevivir por sí mismo, ni siquiera aquellos supuestamente más fuertes. Sobreviviremos en la medida en que seamos capaces de adaptarnos. Frente a los postulados del neoliberalismo especulativo, frente al darwinismo social que defiende la teoría de la supervivencia del más fuerte, es la defensa de lo público, de los valores sociales comunes, ahora y de forma continuada, incesante e incondicional, la que nos permitirá sobreponernos a los retos sanitarios, ambientales y humanitarios a los que nos enfrentaremos, como individuos y como especie.

Pandemias y bienes públicos

Los hechos nos están mostrando que nuestra adaptación y por ende nuestra capacidad para hacer frente a pandemias como la que nos azota, pasan por la existencia de una estructura social fuerte y cohesionada, representada en estos días de forma principal y evidente por lo público.

Más allá de las argumentaciones académicas y eruditas en torno a lo público y lo privado, en estos momentos lo público adquiere para la ciudadanía una expresión práctica, manifiesta. Lo público se muestra como el conjunto de bienes comunes que, en forma de recursos colectivos, humanos y materiales, se están ocupando de la crisis de salud pública. Son los hospitales, centros de salud y demás recursos del sistema público de salud,  los recursos privados puestos eventualmente a su servicio y avenidos a su coordinación, y los profesionales de sus plantillas. Son los centros de investigación y su personal, que trabajan en primera línea del desarrollo científico orientado a la mejora en la prevención, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad. Son los servicios esenciales de limpieza, vigilancia, logística, etc. Son también aquellos medios y profesionales de la comunicación que filtran la información relevante, la fiable, la veraz; los que combaten la sobreabundancia informativa falsa o de dudosa credibilidad que se ha dado en llamar infodemia;  los que hacen un esfuerzo de objetividad; los que recurren al conocimiento experto en cada momento y circunstancia. La información y la comunicación como bienes públicos, incluso cuando esta última está en manos privadas.

Parte del sector privado está contribuyendo también, de justicia es reconocerlo, pero a través de iniciativas dirigidas finalmente a apoyar a los servicios públicos, que constituyen la centralidad de nuestra respuesta y defensa.

Es el conjunto de estos recursos comunes puestos al servicio de la colectividad lo que nos ayudará a sobrepasar esta situación de emergencia sanitaria. La unidad de objetivo y la coordinación confiere a estos recursos el carácter de universalidad y los eleva a la categoría de bien público.

También la ciudadanía puede considerarse parte constituyente de lo público. La ciudadanía como conjunto de los ciudadanos de una nación o de un pueblo, pero sobre todo como la  condición que les reconoce una serie de derechos políticos y sociales. La ciudadanía como bien público se expresa en el ejercicio de estos derechos, pero también en el ejercicio de las obligaciones que comporta y en la expresión de valores. Valores éticos de responsabilidad, compromiso, empatía y justicia social, de responsabilidad ciudadana y solidaridad global, en los que se cimientan la ciencia y los servicios públicos. Valores que en estos días se ejercen de muy diversos modos, desde la lucha directa y descarnada de quienes trabajan en primera línea de la atención sanitaria, a la resistencia pasiva en común, desde la distancia que nos separa físicamente y el confinamiento que nos une emotivamente.  La ciudadanía adquiere así el carácter de manifestación de colaboración, de inteligencia colectiva y del aprendizaje social.

La ciencia como bien público

La ciencia es un derecho humano. Toda persona tiene derecho a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten. Así lo recoge el Artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas y es el objetivo fundamental de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) y que motivó su creación. Queremos, por tanto, invocar aquí la ciencia como bien público que lo es siempre, pero de manera evidente en situaciones de emergencia sanitaria. Detrás de todo el conocimiento y los recursos materiales y tecnológicos a los que estamos recurriendo para luchar contra la pandemia, hay ciencia e investigación científica. Detrás de la cualificación del personal sanitario e investigador. Detrás de las vacunas y medicamentos; de los test diagnósticos, de los productos de limpieza y desinfección. También hay investigación científica detrás de los materiales de las mascarillas y equipos de protección, y  de la tecnología de los respiradores que mantienen con vida a los enfermos más críticos. Sin investigación científica no se habrían desarrollado las tecnologías de la telecomunicación que nos permiten mantener el contacto en estos días de confinamiento. Y también, por supuesto, hay ciencia en los cimientos de la epidemiología que permite seguir el desarrollo de la pandemia y su incidencia en la población, y de las ciencias sociales de las que nos servimos para analizar los efectos socioeconómicos de la pandemia.

La historia de la ciencia es la de un continuo enfrentamiento a retos. La pandemia de COVID-19 ha puesto a la humanidad, y a la ciencia y la comunidad científica en particular, ante un desafío especialmente relevante. La ciencia se enfrenta a este reto desprovista, como siempre, de dogmatismo, consciente de que, salvo en el ámbito de ciencias exactas, de las leyes físicas y matemáticas, las verdades científicas no son inconcusas y absolutas. Con este bagaje, la colaboración entre científicos de distintas disciplinas resulta fundamental e ineludible. Se necesita una aproximación interdisciplinar que sume y combine componentes de varios ámbitos: medicina, biología, epidemiología, química, tecnologías físicas, ingeniería, matemáticas y estadística, ciencias sociales, filosofía… La ciencia se convierte así en un arma geoestratégica, capaz de luchar contra enemigos comunes, como los virus, en batallas en las que las armas bélicas pierden su ya de por sí escasa relevancia y los ejércitos se muestran y actúan como unidades de emergencias incardinadas en esta acción colectiva. Esta combinación puede resultar en diferentes posiciones, que pueden estar imbuidas no sólo por la ciencia, sino en algunos casos también por componentes ideológicos. Interdisciplinaridad y colaboración en armónica combinación que, lejos de provocar redundancias e interferencias, son más conducentes a producir sinergias y a multiplicar. Aprovechar las circunstancias para acusar de cacofonía científica a las opiniones distintas de los expertos que comparecen en contextos diferentes de tiempo y espacio ante un medio de comunicación constituiría, especialmente en estas circunstancias, no sólo una irresponsabilidad, sino un intolerable e inadmisible fomento de la desconfianza.

No cabe duda: es el momento de la ciencia y la solidaridad. Son la ciencia y lo público quienes están comandado la respuesta frente a la pandemia COVID-19. Y es el conocimiento puesto a disposición y al servicio de la colectividadel que nos ayudará a afrontar futuras pandemias y catástrofes naturales.

Profesionales de la ciencia y de los servicios públicos están y seguirán luchando denodadamente contra la pandemia COVID-19, con preparación y dedicación excelsas. Pero no siempre dotados de un envoltorio adecuado en forma de los recursos necesarios para llevar a cabo tan importante labor. Bombones en caja de papel.

Autores:

Jesús Rey es socio fundacional de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) y miembro de su Junta Directiva.

Emilio Muñoz es socio promotor de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) y miembro de su Consejo Consultivo.

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